Educar para una nueva sociedad: Razón, Verdad y Esperanza
60 actas del primer congreso católicos y vida pública 2. Menos comillas y más datos. Las crisis económicas dan lugar a intensos debates políticos y sindicales, naturalmente. Sin embargo, esos rifirrafes no obligan a convertir las coberturas informativas en interminables partidas de pimpón, donde unos y otros se tiran mutuamente los trastos a la cabeza. Mientras ellos vociferan, intentando narcotizar a la sociedad o alarmarla exageradamente, según toque, los periodistas harían bien en estudiar a fondo los papeles. Y contar lo que allí han encontrado. Con eso bastaría. 3. Más batas que corbatas. Por supuesto, no todas las voces sobran. Hay personas que ayudan mucho a entender los porqués de una crisis. Sólo hay que tomarse la molestia de buscarlas. En lugar de actuar como simples correveidiles de los de siempre, o de recurrir a paniaguados tertulianos sabelotodo, los medios harían bien en requerir la opinión de esos expertos menos habituales, aquellos que conocen de verdad los fenómenos. 4. La historia enseña. No hay dos crisis iguales, cierto. Pero rara es aquella que no guarda alguna similitud con algún trance del pasado. Muchas veces la mejor forma de anticiparse al futuro es, sencillamente, comprobar qué ocurrió en el pasado. 5. Explicar con imágenes. Cuanto más complejo sea el asunto del que se ha de informar, más sencilla y atractiva deberá ser la forma de comunicarlo. Usar –bien– géneros como la infografía para mostrar la verdadera dimensión y evolución de una crisis ahorra explicaciones innecesarias. La buena información económica es, además de precisa, interesante.
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