Educar para una nueva sociedad: Razón, Verdad y Esperanza

72 actas del primer congreso católicos y vida pública la vive como propiedad, con la conciencia de que se tiene “derecho al hijo” y que el hijo es un “bien de consumo” a través del cual se busca la satisfacción propia y la autorrealización. Sin embargo, la esencia de ser padre, es precisamente la que Abraham representa en la Sagrada Escritura y por la que Dios le bendice, como señalaba en la cita del comienzo. Ser padre no es apropiarse del hijo, ni retenerle, sino educarle para que pueda volar, entregarse a él en alma y cuerpo aceptando que debe desarrollar su propia vida, tomar sus propias decisiones y asumir sus propias responsabilidades. Reconocer que los hijos son seres distintos de mí y no son míos es el comienzo de una relación de entrega real: debemos dejarlos crecer, no pasarles factura, amarles gratis de verdad, quererlos hasta el extremo, aunque se vayan. Y esto es querer a los hijos desde una desposesión liberadora. Sin embargo, querer al hijo “sin reservarlo” no significa educarlo en una libertad absoluta y sin límites, sino todo lo contrario. La familia es el entorno óptimo en el que construyen los primeros vínculos de seguridad y afecto y también donde se aprenden los primeros rudimentos del comportamiento social y del control de la propia conducta. En ella se aprende a esperar, a tolerar la frustración, a respetar las normas y los límites. El cariño y la autoridad son los dos elementos fundamentales de la educación familiar 7 . Por ello, la educación de la libertad de los hijos supone un entrenamiento cotidiano a aprender que la libertad personal termina donde empieza la del prójimo, que tener derechos es también tener responsabilidades lo cual 7 “Que nuestros hijos se sientan queridos y que aprendan a controlar sus impulsos, son los pilares de una estrcutura emocional que hará de ellos unas personas sanas, estables y seguras, capaces de ser felices y de hacer felices a los demás. Por tanto tenemos que ser capaces de saber transmitirles nuestro cariño y ejercer la autoridad de forma constante y diaria. Nuestra respons- abilidad es irrenunciable aunque podamos contar con ayuda o delegar parcialmente en otros, pero en ningún caso podemos pretender que otros hagan lo que solo nosotros podemos hacer”. Nuñez partido, j.p. (2011). “La educación de los hijos (a pesar de los padres)” en berastegui pedro-viejo, a. Y gomez bengoechea, b. Horizontes de la familia ante el siglo XXI . Comillas, Madrid 2011, p. 161.

RkJQdWJsaXNoZXIy NzUzNTA=