Educar para una nueva sociedad: Razón, Verdad y Esperanza

83 educar para una nueva sociedad: razón, verdad y esperanza vida como compromiso de vida digna, comprometida y coherente. Tenemos el deber de proponer, no de imponer. El valor del testimonio, aquí, adquiere una importancia decisiva porque no es un testimonio ocasional o puntual de aspectos fragmentarios, sino que es el testimonio de una trayectoria que nuestros hijos captan perfectamente. Lo que tiene valor aquí no es la ‘altura’ del modelo nuestro que les presentamos, frente a los demás modelos. Lo que vale es la calidad testimonial del mismo que tiene que servir de contraste para los otros modelos. Servir de contraste, no quiere decir, que estemos en lo cierto o que nuestro modelo sea el único. El contraste educacional es que todo modelo que no revierta en un modelo de vida digna puede, y debe, ser puesto entre paréntesis. Así se puede ver cómo el momento del no dejarse vivir equivale a decir, en positivo, que todos tenemos el derecho y el deber de hacer nuestra propia vida en el marco de una interrelación con los demás. Nada nos impide señalar que el objetivo didáctico, si así puede llamarse este momento que culmina el método de la educación en familia, apunta y destaca la labor constructiva de la misma, empeñada en hacernos llegar a ser hombres y mujeres de bien . La educación en familia es, así, transitiva e interactiva, las dos notas juntas. Transitiva porque ‘transita’ entre padres e hijos y porque ‘está transitada’ por una afectividad muy especial que la hace distinta de cualquier otro tipo de propuesta educativa; interactiva porque el nivel de la interacción que se genera es de una riqueza extraordinaria, en cualquier tipo de estructura familiar que pensemos. Uno puede ‘pasar’ de muchas cosas; inclusive, de muchas personas, pero resulta difícilmente comprensible que alguien ‘pase’ de sus hijos. Yo no me lo creo. Por eso, si se me permite esta expresión, yo diría que la clave de una educación familiar es la ‘gestión’ adecuada