Educar para una nueva sociedad: Razón, Verdad y Esperanza
90 actas del primer congreso católicos y vida pública que ayuda a compartir sin tener que pagar por ello. Educar en la gratuidad es la mejor manera de preparar a nuestros hijos para vivir en una sociedad distinta, en la que los intereses y la competitividad no sean las señas de identidad que adornan muchos de los proyectos educativos en la actualidad. El problema de la solidaridad es que muchas veces se la entiende como espectáculo. La solidaridad tiene imagen; vende. Y es este aspecto el que, muchas veces, determina que se convierta en un referente de educación. Dios me libre de despreciar esta ‘moda’ de la solidaridad. Bienvenida sea. Lo que sostengo es que para convertirla en cañamazo de educación es preciso entenderlacomovalormoral de referenciaparagenerar cauces de humanización. La solidaridad traduce, así, el valor moral del compromiso con los demás que transita por el respeto y el reconocimiento de la dignidad; por la no-indiferencia y la responsabilidad. En este sentido, la solidaridad construye integración porque se remite a un proyecto solidario. Y un proyecto solidario es aquel que propicia unas acciones sociales de compromiso inclusivas. Por eso merece la pena ‘comprometerse’ –responsabilizarse– en una realización como ésta. d. La tensión educativa entre el universalismo y el particularismo Cuando se generaliza una cultura familiar de la solidaridad es raro encontrar personas celosas de su intimidad y clausuradas en sí mismas. Si la familia ha descubierto que no tiene sentido oponer diferencia e identidad, no tendrá inconveniente en reconocer la veta universalista que tiene todo proyecto educativo elaborado al calor del valor de la solidaridad y del
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