Razones para la esperanza: solidaridad, subsidiariedad y bien común
23 razones para la esperanza: solidaridad, subsidiariedad y bien común la cultura del «descarte» que, además, se promueve. Ya no se trata simplemente del fenómeno de la explotación y de la opresión, sino de algo nuevo: con la exclusión queda afectada en su misma raíz la pertenencia a la sociedad en la que se vive, pues ya no se está en ella abajo, en la periferia, o sin poder, sino que se está fuera. Los excluidos no son «explotados» sino desechos, «sobrantes». El principio de la solidaridad nos llama a redescubrir en el otro a un hermano, cuyas carencias y necesidades se conviertan para nosotros en asunto de familia, en obligación propia como custodios de su ser y de su dignidad. Nos llama a redescubrir que todo lo que tenemos, empezando con la propia vida, es don y gratuidad de Dios que nos recuerda que “lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis.” 6 Es un impulso a vivir la caridad, manifestación cristiana del amor. Nos recuerda Benedicto XVI en Caritas in Veritate 7 : La caridad es amor recibido y ofrecido. Es «gracia» ( cháris ). Su origen es el amor que brota del Padre por el Hijo, en el Espíritu Santo. Es amor que desde el Hijo desciende sobre nosotros. Es amor creador, por el que nosotros somos; es amor redentor, por el cual somos recreados. Es el Amor revelado, puesto en práctica por Cristo (cf. Jn 13,1) y «derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo» ( Rm 5,5). Los hombres, destinatarios del amor de Dios, se convierten en sujetos de caridad, llamados a hacerse ellos mismos instrumentos de la gracia para difundir la caridad de Dios y para tejer redes de caridad. Esa preocupación solidaria por el otro nos lleva a nosotros mismos y debe llevar a los demás al principio la subsidiariedad, por el que se nos exige que cada cual asuma las responsabilidades que le corresponden y no las transfiera a otro y de igual manera, que los otros no asuman para sí la responsabilidad que no les corresponde. Por ejemplo, ¿a quién compete la educación de los hijos? ¿Pueden los padres pasar su responsabilidad y obligación sin más al Estado? ¿Es correcto, de otro lado, que el Estado la asuma para sí dejando al margen a los padres? Ni lo uno, ni lo otro. Se basa en la mutua cooperación y desarrollo de las capacidades necesarias para que cada cual asuma lo que le corresponde. 6 Mt 10: 8b. 7 Núm. 5
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