Razones para la esperanza: solidaridad, subsidiariedad y bien común

48 actas del segundo congreso católicos y vida pública y dejar mi pellejo”. Se abrió Estancia Corazón. Se fueron uniendo otros que fueron viendo la acción de uno, y otros y otros. Al fin y al cabo, yo lo que hacía era organizar mientras que los otros se embarraban las rodillas allí. Después, poco a poco, se abrió el Hogar para pacientes de SIDA. Luego de dos años, yo firmé sobre 300 certificados de defunción, de los que se murieron en mis manos. Eran personas que no tenían a nadie, personas que nadie los quería y que nadie los cuidaba. Luego de eso, se abrió el Hogar de niños. Precisamente fue de aquí, de Ponce, el primer niño. Me llamaron y me dijeron que no lo podían recibir allí. Pedí un cheque sin fondo y me dieron una casa. Y se abrió la primera Casa para niños infectados por SIDA. Luego de eso, y para decirlo rápido, se abrió otro hogar para esos niños que ya ahora no existe y es un hogar para mujeres. Esto porque ya el SIDA había cambiado y era otro cantar. Luego se abrió el Proyecto Pepe para evitar que los jóvenes continuaran infectándose con el VIH. Porque vimos las edades, las edades del VIH. El proyecto Pepe era de educación y prevención de Estancia Corazón. Y nos dimos cuenta muchas veces de aquella actitud paternalista y poco solidaria. ¿Vamos a decir a los jóvenes lo que tienen que hacer? No, eso no entra. Cualquiera mayor de treinta ya es un viejo que no sabe nada. Así que lo que hicimos fue empezar a buscar a aquellos jóvenes que habían cometido algún delito y le pedíamos a los jueces, y algunas veces nos dejaba, que pasaran entonces al programa nuestro. Y así los adiestrábamos para que pudieran ser de alcance comunitario con otros jóvenes en las canchas de baloncesto. A ellos se les educaba en prevención y ellos hacían su trabajo. Ellos empezaron a ser el ejemplo de solidaridad con sus pares. De ahí seguimos desarrollando otros planes. Se abrió Fondita Corazón. Eso, porque encontramos que había muchos deambulantes en Mayagüez. No les hacía falta la comida; ellos no estaban faltos de comida. Lo que les hacía falta era educación: alguien que estuviera con ellos, que los guiara, porque no habían tenido modelos. La comida era la forma de atraerlos. Servíamos un plato de comida y, al contemplar la cantidad de gente que venía a buscar la comida, nos dimos cuenta de la necesidad que había. Al sentarnos con ellos para la comida, podíamos entenderlos, al oírlos y escucharlos, vimos dónde era que estaba la necesidad. Luego de algún tiempo de abierta Fondita Corazón, ya se habían

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