Razones para la esperanza: solidaridad, subsidiariedad y bien común
72 actas del segundo congreso católicos y vida pública podemos hacer como católicos creyentes en Dios y sumarnos a servir para los más necesitados? Escojamos la niñez como una de las causas más nobles que tienen los pueblos. Existen muchos acuerdos entre naciones, eso es importante, hay muchos acuerdos que se hacen en cumbres muy pomposas. Tenemos, por ejemplo, la Convención de los Derechos de los Niños desde el 1989. República Dominicana es uno de los países dignatarios pero, esos derechos solamente se garantizan antes de salir de la Cumbre. De ahí, no se garantizan los derechos. ¿Qué pasa con nuestros niños cuando los acuerdos, principios y convenios no se cumplen? ¿Cómo ejercemos la subsidiariedad con un niño joven con necesidades urgentes e inmediatas como el hambre, ante la posibilidad de servirle al micro narcotráfico para llenar esta necesidad? El niño tiene hambre, sembramos en él valores. Sin embargo, el micro y el narcotráfico le ofrecen con qué saciar su hambre por cuatro meses. ¿Qué hacemos? Muchas veces resulta ineficiente hablarles en esta oportunidad: “Te enseño a pescar en vez de regalarte el pescado. No es suficiente sino tenemos a Dios en nuestro corazón para entregarle esta encomienda, estando consciente de que solo Él puede cambiar tu vida”. Es aquí cuando afirmamos que la labor más importante se realiza en el corazón del hombre, cuando confiamos el servicio a Dios. Acción Callejera trabaja por la garantía de los derechos de las poblaciones de alto riesgo. ¿Y qué es estar en alto riesgo? Los niños que hacen vida en la calle, los mendigos en los semáforos, los abusados sexualmente y aquí voy a hacer un paréntesis. Como saben, en el 2010 fue el terremoto de Haití. Muchos niños y niñas cruzaron la frontera, sin padres ni madres, porque lo perdieron todo. A nosotros nos tocó una avalancha de niños desprotegidos, con el alma rota desde Haití. Dos niñas, una de nueve años y otra de doce, quienes perdieron todo, incluso sus tíos y abuelos, se propusieron llegar hasta el República Dominicana. Duraron doce días en ese trayecto. Algunos camiones las ayudaban a pasar de un país a otro. Otros momentos venían a pie. Estas niñas hicieron un pacto de que la más grande iba a cuidar a la más pequeña. Un camión le dio un aventón y las dejó en el monumento de Santiago, un área turística del país. Cansadas, sudadas y hambrientas, descansaron debajo de un puente, cerca del monumento. Allí fueron salvajemente violadas. Estas niñas llegaron a la fundación. Llegué ese día, por casualidad, por obra de Dios, junto a mi hija y nos encontramos con una señora que la trajo.
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