Razones para la esperanza: solidaridad, subsidiariedad y bien común

85 razones para la esperanza: solidaridad, subsidiariedad y bien común del Estado como principio de la democracia y de la Transición era un proceso interrumpido. La intensidad de la secularización de la sociedad, a través de leyes que afectaban a la concepción antropológica de la existencia, venía determinada no por una demanda social, sino por un proyecto de convertir España en la punta de lanza de las legislaciones secularizadoras. Este proceso no era sólo un proceso en La política, sino que partía de un proceso en el ámbito de Lo político, porque innegablemente contenía una concepción antropológica subyacente. La cuestión radica en que, en este proceso de secularización de la sociedad, la “mens actora” se topó con la Iglesia y el sujeto cristiano. Y mientras que en el mundo globalizado se seguía profundizando, por decirlo de alguna manera, en la intuición de John Rawls de que la constitución liberal misma no debe ignorar las contribuciones de los grupos religiosos que pueden hacer al proceso democrático dentro de la sociedad civil, en España, se construyó la figura del oponente por sistema identificado con la Iglesia, del oponente de la mitología o del mantra público de que la Iglesia representaba la antítesis de lamodernidad y de que sus intervenciones en la esfera pública significaban un ejercicio de intromisión en el debate público. Paradójicamente, explícita o implícitamente, se negaba que la Iglesia estuviera preparada para intervenir en la esfera pública por su historia, por sus hábitos, por sus lastres mentales; a lo sumo se llegaba a considerar que una cierta Iglesia sí estaba preparada, y otra no. Se nos ha querido hacer creer que el juego estaba entre Iglesia y políticas sociales. La cuestión no es la construcción o destrucción de fórmulas mantra, como dice Ch. Taylor, sino entender el reto que planteó Rawls, y al que J. Habermas, y otros, han dedicado no poco tiempo: “En el debate político se pueden introducir, en cualquier momento, doctrinas generales razonables, religiosas o no religiosas, siempre que se ofrezcan razones políticas apropiadas (…) para

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