Familia: Identidad, Retos y Esperanza
100 actas del tercer congreso católicos y vida pública preparación de los novios para el matrimonio, corre parejo este otro gran reto para la pastoral matrimonial y familiar que es la formación en el significado y la vocación de la propia identidad sexual. Esta formación es especialmente urgente en el mundo de la educación y de la familia; pero, lo es también en el seno de la misma Iglesia, especialmente para aquellos que tienen –o tendrán– una responsabilidad de cualquier tipo en el acompañamiento y guía de las familias. Estas consideraciones nos sitúan ya en el núcleo de la pregunta antropológica que está en la base de la cuestión de la diferencia sexual: ¿la diferencia sexual define nuestro ser personal, o es un dato meramente morfológico y accidental? La masculinidad y la feminidad, ¿son constitutivos de nuestra identidad sexuada o son un mero añadido cultural? Más allá del debate sobre la naturaleza y la cultura, la cuestión de la diferencia sexual nos sitúa incluso en el corazón mismo de la teología de la imagen de Dios , clave de bóveda que sustenta el arco de la antropología católica. Si la identidad sexuada nos define en nuestro ser personal, ¿por qué entonces ese tema no ha sido estudiado y explicado en la historia de la teología de la imagen de Dios? ¿Qué significa, entonces, que el hombre, creado varón y mujer, es creado así, sexualmente diferente, a imagen de Dios? ¿En qué sentido podemos decir que la masculinidad y la feminidad son a imagen de Dios Trinidad? En realidad, detrás de estas preguntas, detrás de la cuestión de la diferencia sexual, está en juego la comprensión de la persona, el significado y la vocación del cuerpo, el sentido de la sexualidad, la verdad del amor humano, el futuro del matrimonio y de la familia y, aún más, el acceso mismo al misterio de Dios. La fuente bíblica más directa –si bien no es la única– para fundamentar el valor antropológico y teológico de la diferencia sexual se encuentra en Gn 1,26-27 y Gn 2,18-24. Ambos textos insisten, de diverso modo, en considerar la diferencia sexual como un elemento definitorio y estructural del hombre creado. La realidad de la condición humana no aparece creada sino en la unidad, a la vez que en la diferencia de sexos, y esta unidad en la diferencia es, además, constitutiva de la identidad e individualidad del hombre creado. El hombre del Génesis no es un hombre asexuado, sino que existe solo
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