Familia: Identidad, Retos y Esperanza
105 familia: identidad, retos y esperanza individuales (instinto, emociones, sentimientos, voluntad, razón) están llamados a converger en una unidad, cuyo substrato fundamental es la persona. El cuerpo, por tanto, no es un añadido a la persona, porque nuestra antropología no es estructuralista; pero, tampoco es algo de lo que podamos prescindir, porque nuestra antropología no es la antropología de género. El cuerpo pertenece a la definición de nuestra persona, pero no como algo meramente material o superpuesto sino como algo esencial y estructural. Nuestro cuerpo, por tanto, es personal, es decir, es expresión de toda nuestra persona, la manifiesta de forma visible. Por eso, Juan Pablo II definió el cuerpo como “sacramento” de la persona, es decir, manifestación visible de una realidad invisible. Aquí está el verdadero origen de la dignidad del cuerpo: en que participa del valor de la persona, como parte esencial de ella, si bien siempre subordinado a ella. Ahora bien, la persona ha sido creada para el don de sí, por lo que en el don del cuerpo se expresa y realiza el don de toda la persona. Se dice por ello que el cuerpo tiene significado esponsal, es decir, es capaz de expresar el don total de la persona como expresión personal del amor. El cuerpo tiene, por tanto, su propio lenguaje y participa de la vocación al amor propia de la persona. En su masculinidad y feminidad, el cuerpo lleva inscrita una llamada y vocación al don personal y a la comunión; pero, a la vez, esa característica sexual específica del varón y de la mujer expresan en la carne la forma y modalidad propia del don a la que cada uno está llamado. Varón y mujer están llamados a entregarse, pero no se entregan de la misma manera. El varón y la mujer pueden descubrir en su cuerpo y en la diferencia sexual la posibilidad y la llamada a una comunión. De este modo, el cuerpo sexuado revela a la persona algo esencial: no está llamada a la soledad sino a la comunión y al don de sí. En este contexto, se comprende por qué el lenguaje del cuerpo no es algo arbitrario o subjetivo, sino que es el lenguaje del don de la persona. Así pues, la diferencia sexual tiene un significado que va más allá de lo meramente físico o genital, y pertenece al nivel personal más que al nivel biológico o fisiológico. La genitalidad no agota la sexualidad humana, que es una dimensión que abarca a toda la persona; pero, es la manifestación sensible de los dos modos de ser hombre, masculino y femenino.
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