Familia: Identidad, Retos y Esperanza

27 familia: identidad, retos y esperanza llevaría a la aniquilación de la persona. 2. el aspecto social del desarrollo humano La persona es el centro de la sociedad y ello determina que todos los factores sociales converjan en él. Una sociedad bien articulada es aquella incardinada en unos principios sociales que le procuran su completo desarrollo. La fraternidad humana es la primera manifestación social del hombre, no admite diferencias sobrevenidas antinaturales y obliga moral y gravemente a todos y cada uno a la práctica de una cohesión social, firme y creadora de convivencia. La vida en sociedad permite al hombre alcanzar las condiciones de la vida social propias del grupo asociado y de personas individualmente consideradas, para que logre los elementos que le perfeccionan y que le facilitan alcanzar su objetivo personal. Para articular todos estos factores deben existir estructuras sociales superiores que intervengan de forma complementaria y auxiliar a favor de los individuos y de las pequeñas comunidades, permitiendo la participación comprometida de todas las estructuras en la entrega generosa y voluntaria de la persona en los intercambios sociales. El hombre y el resto de miembros del grupo social son sujetos activos protagonistas de la convivencia -no simples sujetos inertes, beneficiarios de la acción del gobierno-, cuyo objetivo es la obra común en que se colabora, ordenada al Bien común establecido, pueden intervenir durante el proceso continuado de elaboración o producción del mismo o cuando el objeto ha sido ya realizado y está a disposición del grupo. El movimiento intrínseco de la sociedad requiere por tanto la ayuda prestada por las entidades superiores a favor de las entidades inferiores dando a cada uno lo que es debido. Históricamente, las esferas sociales del hombre, privada o pública, se situaban la primera en la familia, mientras que la segunda se correspondía con el campo político. Según ARENDT, la polis se diferenciaba de la familia en que aquélla sólo conocía “iguales”, mientras que la segunda era el centro de la más estricta desigualdad. En Grecia, la verdadera experiencia política, defiende ARENDT, determina que

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