Familia: Identidad, Retos y Esperanza

94 actas del tercer congreso católicos y vida pública puerocéntricas, la sustitución de la familia real por la familia afectiva, la ausencia familiar del padre, o el aumento del número de hogares monoparentales y unipersonales, a pesar del descenso de la población, como fenómeno que está ocasionando una redefinición del concepto de hogar. En cualquier caso, creo que deberíamos evitar la falacia de hablar de múltiples y diversos “modelos de familia”, o múltiples y diversos “modelos de matrimonio”, como si todos ellos fueran socialmente indiferentes y, por tanto, equivalentes y elegibles. La cuestión de la identidad teológica y revelada de la familia contribuye a reforzar un principio fundamental en la evangelización: la pastoral familiar está llamada a anunciar la familia cristiana. Esta familia cristiana es la que es y, por lo tanto, no se puede identificar o confundir con ninguna otra realidad equiparable. No hablamos, por tanto, de familias “no tradicionales”, de “familias irregulares”, o de “familias” con otro tipo de adjetivos, sino de familias, muchas de las cuales tienen una serie de carencias, que son las que la pastoral familiar debe acompañar y curar. A la cuestión de la identidad de la familia se une también el tema de su vocación humana y cristiana. Por eso, la familia cristiana ha de tomar conciencia de que es el primer sujeto evangelizador en la pastoral familiar, tal como afirman los Lineamenta del próximo Sínodo. La vocación al amor es la vocación primaria y fundamental de la familia, su eje vertebrador. De hecho, la pérdida del sentido de Dios en nuestra cultura actual tiene mucho que ver con el modo frustrante y hasta decepcionante con que nuestra sociedad está viviendo la experiencia del amor. Hay, además, una profunda separación entre lo que el amor promete y lo que el amor cosecha en el día a día del matrimonio y la familia, en el que parece que pesan más las dificultades y obstáculos personales que los indicios de esa belleza infinita y grandiosa que encierra el misterio del amor. Por eso, el principal reto evangelizador de la familia es dar testimonio del amor, hacerlo creíble a la Iglesia y al mundo, a partir del testimonio de la propia vida conyugal y familiar. Ahora bien, hay dos ámbitos específicos y propios en los que la familia está particularmente llamada a dar ese testimonio del amor. En primer lugar, es propio de la familia la transmisión de la vida. Transmitir la vida no significa solo dar a luz un hijo; significa, sobre

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