Familia: Identidad, Retos y Esperanza

99 familia: identidad, retos y esperanza compromisos genera una interpretación romántica e individualista de la sexualidad, en la que el sujeto termina incapacitándose para el don y la comunión. Creo que uno de los principales escollos y obstáculos con los que se topa la pastoral matrimonial y familiar es el “sujeto líquido”, es decir, el sujeto romántico y emotivista, afectivamente débil y frágil, que vive sumido en la soledad afectiva propia del individualismo. Por eso, es significativo que los nn. 9 y 10 de los Lineamenta insistan, por una parte, en la importancia de cuidar la vida afectiva, acompañando a los novios y esposos en su maduración afectiva; por otra, insisten también en conseguir que ese camino de maduración afectiva iniciado en el noviazgo vaya culminando progresivamente en el mutuo compromiso y entrega de los esposos propio del matrimonio. Se trata, por tanto, de un reto que trasciende los límites de la familia y se convierte en un reto cultural, pues la educación en el amor a la que está llamada la familia es el contrapunto a una cultura en la que domina la mentalidad emotivista, es decir, anclada en el amor adolescente, que hace de la emoción el criterio central de la moralidad de las acciones. Urge, por tanto, reconstruir el verdadero sujeto afectivo, es decir, un sujeto que sepa integrar toda su vida afectiva en la vocación al amor y en la lógica del don y la comunión. Urge encontrar formas nuevas y más eficaces de educación afectivo-sexual para los jóvenes y de preparación de los novios para el matrimonio, tal como señaló ya en sumomento la Familiaris consortio n. 66, y como han vuelto a recordar los Lineamenta del próximo Sínodo, en su n. 39. 5. cuarto reto: la cuestión de la diferencia sexual El tema de la identidad y naturaleza del amor conyugal tiene como primer horizonte hermenéutico la cuestión de la diferencia sexual. La propagación generalizada de la ideología de género, junto con la difusión de una visión líquida y emotivista del amor, dificultan enormemente y hasta problematizan el valor antropológico que posee la diferencia sexual, en orden a la identidad personal y a la relación de diferencia con el otro. Por eso, junto con la tarea ingente de reestructurar el sujeto afectivo y de dar una mayor solidez a la

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