ACTAS III CONGRESO INTERNACIONAL DE MÍSTICA ¿Dónde está Dios hoy?: el fenómeno místico como experiencia vivencial de Dios
PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA DE PUERTO RICO 2020 ACTAS III CONGRESO INTERNACIONAL DE MÍSTICA ¿Dónde está Dios hoy?: el fenómeno místico como experiencia vivencial de Dios
El material publicado en este libro no puede ser reproducido o transmitido en ninguna forma, medio o formato, total ni parcialmente, sin la autorización escrita del editor y autores. Actas del III Congreso Internacional de Mística. ¿Dónde está Dios hoy?: el fenómeno místico como experiencia vivencial de Dios Primera edición 2020 © Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico 2250 Boulevard Luis A. Ferré Aguayo, Suite 557 Ponce, Puerto Rico 00717-9997 Teléfono: 787.841.2000 publicaciones.pucpr.edu Edición Dra. Caridad E. Álvarez Suárez editora Profa. Olga Bizoso Muñoz coeditora Diagramación: Carlos Javier Santos Velázquez coordinador de Publicaciones, PUCPR Diseño de cubierta: José González Sotomayor diseñador gráfico institucional, PUCPR Impreso en Puerto Rico / Printed in Puerto Rico ISBN: 978-1-970009-31-6
TABLA DE CONTENIDO Mensaje del Presidente de la Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico........................................................................................09 Dr. Jorge Iván Vélez Arocho Mensaje de la Directora.........................................................................13 Dra. Caridad E. Álvarez Suárez Escuchando a san Juan de la Cruz cantar desde la cima vertiginosa del éxtasis místico..............................................................21 Luce López-Baralt “Tú misma eres el aposento donde Él mora” (cb 1, 7). El descubrimiento de la interioridad....................................................37 Francisco Javier Sancho Fermín La experiencia mística ayer y hoy: reflexiones desde las Sagradas Escrituras. ..............................................................................47 Roberto Martínez Rivera Camino al rostro: la pregunta por Dios en mi trabajo académico.......65 Roberto Onell H. No todo es mística: el fenómeno, su espejismo y algunos exponentes en el mundo hispánico. .....................................................79 Emilio Ricardo Báez Rivera ¿Místicos en el siglo XXI? Una visión desde la psicología y la psiquiatría. .........................................................................................103 Maribel Rodríguez Fernández Si no sabe dar jaque, no sabrá dar mate: El envés de lo inefable en la mística teresiana y tradiciones afines...................................................113 Luis M. Girón Negrón
The impact of mystical experience on self-actualization, worldview, understanding, and tolerance in Buddhism, eastern orthodoxy, Hinduism, and Islam.............................................................................131 Zoran Vujisić-Jovović Mística de lo cotidiano: discernimiento ignaciano. .............................241 José Alejandro Ruiz Andujo Sobre los autores....................................................................................255
MENSAJE DEL PRESIDENTE DE LA PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA DE PUERTO RICO Dr. Jorge Iván Vélez Arocho El tercer Congreso Internacional de Mística se convocó con la propuesta ¿Dónde está Dios hoy? El fenómeno místico como una experiencia vivencial de Dios. Nos dice la Dra. Caridad Álvarez, directora del Congreso, en el prólogo de estas Actas “Los ponentes del Congreso abordarían, según sus disciplinas y visiones, varias de estas inquietudes, esbozadas en tres ejes temáticos: primero, dónde está Dios hoy y la dimensión espiritual del sujeto humano contemporáneo; segundo, comprendiendo el fenómeno, o los elementos de un conocimiento experiencial de Dios; y, tercero, otro modo de comprender: la experiencia mística rebasa los confines del entorno confesional. De estos ejes se desprendían reflexiones y cuestionamientos, tales como: ¿Cuál es la forma de presencia que el fenómeno místico reviste en la actualidad? ¿Está Dios en mí? ¿Está Dios en el Otro? ¿Encuentro a Dios amando al Otro? ¿Qué se conoce? ¿Dónde ocurre el encuentro? ¿Qué queda después? ¿Qué verifica este acontecimiento universal? ¿Existe un hilo conductor de la experiencia, entre tradiciones? ¿Se ha limitado la dimensión espiritual humana, en la actualidad, con el predominio de una cultura tecno científica?”.
10 actas del ii congreso internacional de literatura mística En el año 2018 se publicó, teniendo como editor a Jon M. Sweeney, el interesante libro Thomas Merton: Curso de mística cristiana en trece lecciones. En él se presentan importantes aportes a las reflexiones y cuestionamientos de este Congreso. Veamos. En primer lugar, destaca la Encarnación. Dice Merton “La tradición mística de la Iglesia constituye una memoria colectiva y una experiencia de Cristo vivo y presente en medio de ella. Dicha tradición forma y afecta a todo el ser humano: entendimiento, memoria, voluntad, emociones, cuerpo, capacidades (artes); todo ello ha de colocarse bajo el influjo del Espíritu Santo. Adviértase la importancia que la tradición otorga a la dimensión humana, a su carácter encarnado”. El libro sobre Merton propone una cita de Cuthbert Butler en su libro Western Mysticism: The Teaching of SS Agustine, Gregory and Bernard on Contemplation and the Contemplative Life sobre el tema de la experiencia mística. Enfatiza Butler “Es deplorable que a las almas devotas les pueda asustar la mística a causa de las explicaciones que a menudo se hacen de ella hoy en día, donde prácticamente se la identifica con un estado casi milagroso de visiones, revelaciones y favores extraordinarios que con frecuencia afectan al cuerpo. De este modo, está situada en una especie de pedestal, como algo de lo que maravillarse y admirarse con respeto desde abajo, fuera del alcance de todos, salvo de un pequeño grupo de elegidos llamados por Dios a tan excepcional privilegio, y la mera idea de que sea algo que merezca ser deseado en la práctica se vería como presuntuosa”. En la lección diez Merton enfoca en san Bernardo y el Cantar de los Cantares. Vuelve y retoma el misterio de la Encarnación como centro de la experiencia mística “estudiar el misterio de la unión del alma con Dios supone adentrarse en el gran misterio de la Encarnación y de la Redención como un teólogo que, iluminado por el Espíritu Santo y guiado por la Iglesia, busca ofrecernos la enseñanza eclesial. Dicho de otro modo, se trata de mostrarnos cómo nuestra unión con Dios es realmente una prolongación de la Encarnación, un efecto buscado por Dios cuando la Palabra se hizo carne. Consiste en ver cómo la caridad es el vínculo que existe entre el alma y Dios, y solo después de ello explicar en qué sentido y hasta qué punto esta caridad que nos une a él también nos proporciona una experiencia suya”.
11 mENSAJEDELpRESIDENTEDELApONTIFICIAuNIVERSIDADcATóLICADEpUERTOrICO Agradezco profundamente a la Dra. Caridad Álvarez y a su grupo de colaboradores por su tesón para continuar la celebración de estos importantes Congresos. De una manera especial agradezco la guía y acompañamiento del amigo de nuestra Universidad el Dr. P. Francisco Javier Sancho Fermín, sacerdote carmelita, director del Centro Internacional Teresiano Sanjuanista (CITES) en Ávila. Desde sus inicios ha estado presente de muchas maneras. Las visitas al CITES siempre son encuentros de fraternidad e inspiración. Con nuestros expositores tenemos una deuda grande de gratitud. Nos permiten tener la experiencia de “ver cómo la caridad es el vínculo que existe entre el alma y Dios”. ensaje del presidente de la pucpr
MENSAJE DE LA DIRECTORA Dra. Caridad E. Álvarez Suárez A lo largo de la historia, la pregunta por Dios prefigura una necesidad universalmente atestiguada: el anhelo humano de eternidad. Preguntar dónde está Dios hoy provoca, en cierto modo, una reflexión paradójica. En sentido afirmativo, cuestionar dónde se encuentra Dios concibe la idea de una presencia: Dios está —Dios existe— aunque andemos a “zaga de tu huella”. Por otro lado, en sentido negativo, indagar dónde está Dios entraña una ausencia, la de su presencia escondida. Búsqueda y encuentro. En estos supuestos recaíamos para renovar la comprensión del fenómeno místico y adquirir una perspectiva de la mística como una experiencia de Dios que pueda vivirse hoy. Corría el 2019 y un nuevo congreso tocaba a las puertas de la Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico. Nos habíamos propuesto seguir ahondando en un tema que daba cuenta de una experiencia fruitiva de Dios cuya inefabilidad causaba, con extrema frecuencia, la paradójica imaginería del discurso místico, o lo que Luce López-Baralt concebía como “unas desconsoladas aproximaciones simbólicas”. Quienes han experimentado directamente la esencia de Dios, en unidad participante con el Amor infinito, lo intentan explicar de manera dificultosa, pues la experiencia cumbre sobrepasa los límites del discurrir racional. Los místicos han experimentado a
14 actas del ii congreso internacional de literatura mística Dios, por voluntad divina, en lo más profundo del alma y han accedido a un conocimiento que no pueden explicar a través del lenguaje humano. Explorado el tema en suelo ponceño desde 2013, el Congreso Internacional de Mística se había convertido en una de las señas misioneras de la Universidad, adelantando una agenda académica connatural a la misión de una universidad católica y pontificia. Luego de la celebración de tres congresos anteriores y de un simposio, llegaba la hora de un nuevo encuentro. El teatro Monseñor Vicente Murga, asentado en el umbroso campus de la Universidad en Ponce, se constituiría nuevamente en lugar de profunda comunión de afectos y saberes. Un congreso supone siempre un acercamiento humano, la posibilidad de hermanarnos en un propósito común para asomarnos a una nueva o renovada comprensión. En este caso, suponía, además, un asedio, una insistencia, un acecho al sentido pleno de la existencia. En el marco de la complejidad de la experiencia mística, apostábamos por acercarnos cada vez más a la comprensión de un saber profundo que supera el ordinario, que figura una verdad divina, revelada en y al interior del alma humana, mediante un proceso de unión porque Dios así lo quiso, Amada en el Amado transformada, verso con que san Juan de la Cruz devela algo de la experiencia inenarrable. Esta vez, algunas consideraciones rondaban la comprensión de lo que habíamos sintetizado en el lema de la celebración —¿Dónde está Dios hoy? El fenómeno místico como una experiencia vivencial de Dios— Los ponentes del Congreso abordarían, según sus disciplinas y visiones, varias de estas inquietudes, esbozadas en tres ejes temáticos: primero, dónde está Dios hoy y la dimensión espiritual del sujeto humano contemporáneo; segundo, comprendiendo el fenómeno, o los elementos de un conocimiento experiencial de Dios; y, tercero, otro modo de comprender: la experiencia mística rebasa los confines del entorno confesional. De estos ejes se desprendían reflexiones y cuestionamientos, tales como: ¿Cuál es la forma de presencia que el fenómeno místico reviste en la actualidad? ¿Está Dios en mí? ¿Está Dios en el Otro? ¿Encuentro a Dios amando al Otro? ¿Qué se conoce? ¿Dónde ocurre el encuentro? ¿Qué queda después? ¿Qué verifica este acontecimiento universal? ¿Existe un hilo conductor de la experiencia, entre tradiciones? ¿Se
15 mensaje de la directora ha limitado la dimensión espiritual humana, en la actualidad, con el predominio de una cultura tecnocientífica? Durante esta celebración, se instauraba un nombre para la dedicatoria del Congreso: Dedicatoria padre Álvaro Huerga Teruelo del Congreso Internacional de Mística. Padre Álvaro había distinguido a nuestra Universidad siendo un incansable investigador, publicando más de 800 obras en varios idiomas. Había fallecido en 2018 en su España natal, a los 95 años, siendo condecorado un año antes con la Medalla de la Encomienda de la Orden Civil de Alfonso X el Sabio por su labor sobresaliente, favoreciendo la vida del pensamiento en España. Fue un estudioso incansable, un erudito, un sabio de nuestro tiempo. El primer día del Congreso, le otorgamos la Dedicatoria padre Álvaro Huerga Teruelo del Congreso Internacional de Mística a quien, como padre Huerga, aunaba en su ser la nobleza de la fina erudición y la delicadeza de un alma noble: a la Dra. Luce López-Baralt. Recordamos parte de la dedicatoria: Hoy, ante ustedes, otorgamos la Dedicatoria padre Álvaro Huerga Teruelo del Congreso Internacional de Mística a la Dra. Luce López-Baralt y la invitamos a sentarse a la mesa presidencial, mientras la acompañamos con un aplauso fuerte. Quien ha dedicado su vida a investigar los más felices encuentros literarios entre Oriente y Occidente, debe contar con la certeza de que el abrazo de Dios arropa nuestra infinita diversidad humana. Su legado a la Hispanidad se asienta, precisamente, en la luz que sus estudios han arrojado sobre la presencia árabe en nuestras letras, en especial en las obras de san Juan de la Cruz y santa Teresa de Jesús. Por ello, ha sido reconocida con la Encomienda de la Orden de Isabel la Católica otorgada por el rey Felipe VI de España, en 2014, entre otros muchos reconocimientos, de los cuales destaco su reciente honoris causa de la Universidad Complutense de Madrid, hace un mes, cuando, a no pocos que la vimos recibirlo, nos hizo estremecernos de emoción por haber aupado a su país, conjuntamente con su reconocimiento, a un sitial de justo encumbramiento.
16 actas del ii congreso internacional de literatura mística Igualmente, hoy resaltamos que en su alma noble se encuentra otra verdadera luz. Su humildad es manifiesta cuando, en ocasiones, nos pide que recemos por ella, como recientemente, porque nos confesaba que al recibir el honoris causa complutense su alma lo creería excesivo. La ternura de sus gestos también sostienen a todos los que han tenido la suerte de conocerla. Hace pocos días, cuando me bendecía ante mi ansiedad por este momento, me decía: “si te da miedo, me miras, y te sostengo. Y cuando me toque mi conferencia, si tengo miedo, te miro y haces lo mismo”. Cada vez que Luce nos visita en la Universidad, manifiesta sentirse en su casa y sé que lo dice de verdad. Sin embargo, fue a la suya, a su hogar, rodeado por un mar caribeño que se abraza a la inmensidad de los océanos cercanos, que fuimos a dar cuando este Congreso era tan solo un sueño. Fue allí que comenzó esta maravillosa aventura mística. Fue allí, es aquí, y será siempre, que Luce sea un seguro asidero: brindando certezas, equilibrio, complicidad y puro amor fraternal. Han pasado años desde aquellos comienzos, y su amistad solidaria con esta casa de estudios, hermana puertorriqueña de su alma mater riopedrense, no cesa de consolidarse. Gracias, querida y admirada amiga mía, amiga de la Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico, hija de Puerto Rico y del mundo entero. Para mi sorpresa y sobrecogimiento, la Dra. Luce López-Baralt resignificó esta dedicatoria en mi persona, llamándose una “simple ayudante y colaboradora entusiasta” mía. Recuerdo cómo hacía un recuento de los anteriores encuentros, no solo por su valía intelectual intrínseca, sino por haber puesto a la Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico a dialogar con universidades de gran prestigio mundial, como la Universidad de Oxford, la Universidad de Harvard, la Universidad de West Chester, la Universidad de Murcia, las Pontificias de Chile, Argentina y República Dominicana, además de la Universidad de la Mística en Ávila, sin olvidar la Universidad de Puerto Rico. Aquí un extracto de su agradecimiento: Agradezco vivamente a la Pontificia Universidad Católica de Puerto
17 mensaje de la directora Rico en Ponce la dedicatoria de este Congreso que por la altura académica extraordinaria de sus participantes sé bien que volverá a hacer historia y a producir estudios de consulta indispensable para nuestro campo común de estudio. Confieso que no es fácil asumir esta dedicatoria, inesperada y generosa en demasía, porque sobrepasa demasiado mis méritos. Recibir distinciones siempre me atemoriza, y me avasalla, pero he tenido que aceptar esta oblación como parte de mi vida. Lo único que puedo decir es que sencillamente he dedicado mis energías al estudio del fenómeno místico a lo largo de casi medio siglo con la naturalidad de quien respira, pues se trata de un tema que es consustancial con mi persona. De ahí el gozo con el que he abrazado siempre mi condición indefectible de oblata studiorum. No veo ningún mérito en ello. Recuerdo vívidamente la organización del primer Congreso: Cary y un puñado de colegas soñadores lo comenzaron a delinear y a convencer a las autoridades de la Institución de su viabilidad. Yo me uní a su entusiasmo y a su visión y colaboré con ellos con todas mis fuerzas. ¡Con cuánta alegría celebramos aquel primer éxito! Espero que sigamos sumando triunfos a este esfuerzo Pionero de Caridad Elena Álvarez, pues constituyen una contribución impagable no solo a su Universidad sino al campo de los estudios místicos. Recibo pues el alto honor de esta dedicatoria de la mano de Caridad, agradeciéndole que nos haya convocado tantas veces a la Universidad Pontificia, que ya es mi segunda casa. Que vengan muchos más Congresos, Cary, y que me permitas seguir siendo tu cómplice, humilde pero muy entusiasta. Gracias de corazón a todos, muy de veras. Entre los conferenciantes que participaron en el Congreso, desde España nos visitaban el Dr. P. Francisco Javier Sancho Fermín, sacerdote carmelita, director del Centro Internacional Teresiano Sanjuanista en Ávila y especialista en espiritualidad mística; y la Dra. María Isabel Rodríguez Fernández, siquiatra y psicóloga, quien abordaría el tema desde el punto de vista científico. Desde Chile nos acompañaba el
18 actas del ii congreso internacional de literatura mística Dr. Roberto Onell Henríquez, académico de la Facultad de Letras de la PUC. Los académicos puertorriqueños que participaron del encuentro incluían a la Dra. Luce López Baralt, incansable investigadora del tema de la mística y reconocida académica a nivel internacional; el Dr. Emilio Báez Rivera, especialista en literatura mística europea e hispanoamericana del Departamento de Estudios Hispánicos de la Universidad de Puerto Rico; el Dr. Luis Girón Negrón, ponceño, catedrático de la Universidad de Harvard, erudito estudioso del fenómeno místico; el Archimandrita Dr. P. Andrés Vujisic-Jovovic, pastor de la comunidad grecocatólica en Puerto Rico; el Dr. P. Roberto Martínez Rivera, profesor y director del Departamento de Teología de la PUCPR y especialista en estudios bíblicos; y, el P. José Alejandro Ruiz, quien posee un máster en Espiritualidad Ignaciana de la Universidad Pontificia Comillas. Durante el Congreso, algunos indicios y certezas importantes abonaban a nuestra comprensión. Entre otros, que la conexión con Dios, con la esencia de lo que somos, parece ser un elemento muy importante para vivir una vida equilibrada; que solo el encuentro interior con uno mismo y con el Dios que nos habita, colma de valor y plenitud nuestra vida; que estamos hechos de Dios porque Dios nos hizo para Él. Además, que el movimiento hacia Dios en una persona que va moviéndose de bien en mejor en la vida espiritual se caracteriza por procesos y pensamientos que dan ánimo, fuerzas…; que el alma en éxtasis tiene que ensancharse y que transformarse a cada instante para ser capaz de reflejar todas las epifanías o atributos de un Dios infinito en dinamismo constante. Igualmente, que Dios es inacabable, que el que experimenta esta vivencia, en efecto, sabe de inmediato que ha apurado tan solo un sorbo de la Esencia de Dios; y, que como dice de forma más paradójica el místico franciscano Richard Rohr: “no hay nada que podamos hacer para estar en la presencia de Dios, porque ya estamos y vivimos en la presencia de Dios”. Un congreso es posible por el sí que brindan los convocados; unos lo dan a la preparación; otros, a la celebración en pleno. Deseo reconocer el acompañamiento y la solidaridad que permitieron la celebración del III Congreso Internacional de Mística. Mis colegas de la facultad de Artes y Humanidades, al igual que de otras facultades, son el impulso detrás del Congreso. Ellos, conjuntamente con el P. Dr.
19 mensaje de la directora Juan Luis Negrón, decano de Artes y Humanidades, se apartaron con entusiasmo de sus muchas tareas, en infinitas ocasiones, para permitir que la imaginación diese paso a la realidad. La alta administración universitaria, en la persona de su presidente, el Dr. Jorge Iván Vélez Arocho, igualmente volvió a reiterar su confianza y su apoyo a este evento académico. Vaya, desde la Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico, un abrazo prolongado y agradecido a los ponentes del III Congreso Internacional de Mística. ¿Dónde está Dios hoy?: el fenómeno místico como una experiencia vivencial de Dios, quienes se volcaron hacia el prójimo, con la regalada gracia de la amistad cristiana, y propiciaron un encuentro dinámico, crítico y creativo, donde se desencadenaron propuestas a los desafíos de la cultura y del mundo. Ellos se unieron, en la celebración de 2019, a académicos que nos han acompañado anteriormente, provenientes de Inglaterra, Estados Unidos, República Dominicana, Ávila, Murcia, México y Argentina. Vayan gracias infinitas por decir que sí a nuestra invitación. Ellos serán, por siempre, nuestros amigos. En estas páginas se recogen los frutos del III Congreso Internacional de Mística. ¿Dónde está Dios Hoy?: el fenómeno místico como una experiencia vivencial de Dios, celebrado el 27 y el 28 de marzo de 2019 en la Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico. Para ubicar esta gesta en el tiempo, recordamos que fue en el invierno de 2011 cuando en un puñado de profesores de Estudios Hispánicos de la Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico surgió la inquietud de ahondar en la comprensión del fenómeno místico. Los textos presentados en este libro recogen las ponencias de quienes brindan una visión de la mística como una experiencia de Dios que puede vivirse hoy, que es actual y próxima a la realidad circundante. Preguntarnos por Dios hoy reclama, en el fondo, una confirmación que se grabó en mi ser desde hace cerca de una década, y a cuya resonancia recurro con frecuencia: la certeza de que “el Bien es posible”.
ESCUCHANDO A SAN JUAN DE LA CRUZ CANTAR DESDE LA CIMA VERTIGINOSA DEL ÉXTASIS MÍSTICO Luce López-Baralt UNIVERSIDAD DE PUERTO RICO A Caridad Elena Álvarez, con admiración, con gratitud y con cariño cómplice Esto no lo acabará de entender quien no lo haya experimentado (san Juan de la Cruz) Es bien dificultoso lo que querría daros a entender, si no hay experiencia (santa Teresa de Jesús, Moradas 1, 9) Voy a extenderles una invitación vertiginosa: que nos adentremos juntos en la cúspide misma del éxtasis transformante. Sé bien que se trata de una propuesta osada, pues las nupcias con el Uno constituyen un misterio suprarracional que nos sobrepasa. Al hollar ese no-espacio innombrable de la unión con Dios dejaremos atrás el paso de las horas,
22 actas del ii congreso internacional de literatura mística el registro de los sentidos y nuestro discurrir racional. Pero no hay nada que temer, pues iremos de la mano de san Juan de la Cruz. El príncipe de los místicos sabe bien que su encuentro fruitivo con el Dios infinito excede el lenguaje. De ahí, la extrema cautela con la que advierte a sus lectores contra la osadía de imaginar a Dios, “que no cabe en la imaginación” (Ll 3, 52)”1: “...los que imaginan a Dios debajo de algunas figuras [...], como un gran fuego o resplandor, u otras cualesquiera formas [palacios de perlas y montes de oro], y piensan que algo de aquello será semejante a Él, harto lejos van de él” (Subida 2, cap. 12, 4 y 5). La experiencia mística, en efecto, no va envuelta ni en palabras ni en imágenes, porque en ese estado alterado de conciencia la razón ha quedado superada y los sentidos trascendidos. Sigue explicando el santo: en este estado de unión [de] que vamos hablando, no se comunica Dios al alma mediante ningún disfraz de visión imaginaria [...] o figura [...]; sino que [lo hace] boca a boca, esto es, esencia pura y desnuda del alma... Se trata, pues, de una “comunicación o atestiguación directa” de Dios, imposible de encerrar ni en imágenes ni en un puñado de signos verbales desvalidos. San Juan insiste en la dificultad comunicativa que conlleva el éxtasis: es como “Si a uno que nació ciego, el cual nunca vio color alguno, le estuviesen diciendo cómo es el color blanco o amarillo, aunque más le dijesen, no entendería más [...], porque nunca vio los tales colores ni sus semejanzas…” (S II, 3; 178). Con todo, el Reformador logra sugerirnos —ya que no explicarnos— algo sobre los extremos de su vivencia abisal. Y una de sus más altas lecciones es que el éxtasis se le revela como una vivencia dinámica —infinitamente dinámica— pues se trata de la transformación misma del alma en el seno inimaginable de Dios. En este instante en cúspide sin nombre ni imagen posible el alma queda “endiosada” o “deificada” “por participación”, por usar las palabras del santo, y pasa a experimentar el conocimiento de Dios como un proceso inacabable de Amor, mientras va asumiendo la revelación de las noticias sobrenaturales que la Esencia divina despliega en el hondón 1 Cito los textos de san Juan de la Cruz por mi edición de su Obra completa, en colaboración con Eulogio Pacho, ocd, en Alianza Editorial de Madrid (1991/2015).
23 EscuchandoasanJuandelaCruzcantardesdelacimavertiginosadelÉxtasismÍstico más profundo de sí misma. En ese instante sagrado, el alma comprende estos secretos divinos que se le revelan, pero, una vez de regreso al estado de conciencia habitual, le son totalmente imposibles de articular. El éxtasis transformante implica pues un proceso en el cual, según el alma va atestiguando in divinis la eclosión gozosa de los secretos o epifanías divinas, se va metamorfoseando dúctilmente en ellas. Para ello, tiene que ensancharse ad infinitum: Dilataste cor meum, decía el salmista (Ps 118, 32), y san Juan se hace eco de él cuando alude al prodigio de este estado místico en perpetua transformación como la “dilatación del corazón”. Nuestro poeta no es el único que nos da noticia del dinamismo incesante que implica la unión teopática. Otros místicos admiten a su vez que han experimentado el éxtasis como una actividad vertiginosa ad infinitum, en medio de la cual acceden una y otra vez a los secretos más recónditos de Dios. Estos contemplativos descubren, cada uno a su modo, que son parte del torbellino sagrado de Su Hermosura indecible. Esta Belleza nos convoca con susurros de pájaro. Bien que lo supo santa Teresa de Jesús cuando se sintió convocada por el esplendor de un espacio palaciego en Alba de Tormes. Aunque consideró excesivo el conjunto de ornamentos que vio exhibidos allí, sintió la sacudida estética como signo de un Misterio más alto. En el capítulo 4 de sus Moradas sextas, la Reformadora nos da noticia de la escena, que solo con el paso de los años entendió que le habría de ser útil para explicar a sus monjas la experiencia dinámica que implicó la cúspide de su éxtasis, poblado de lecciones indescriptibles. Estando de camino por Alba de Tormes, fue recibida en la casa de la Duquesa de Alba. Al entrar al camarín “adonde tienen infinitos géneros de vidrios y barros y muchas cosas, puestas por tal orden, que casi todas se ven en entrando” (Moradas VI, 4, 8)2, santa Teresa se queda espantada, y se detiene a considerar “de qué [le] podría aprovechar aquella baraúnda de cosas” (ibid). Pero he aquí que, de súbito, lo intuye: “ahora me cae en gracia cómo me ha aprovechado para aquí. [...] aunque estuve allí un rato, era tanto lo que había de ver, que luego se me olvidó todo, de manera que de ninguna de aquellas piezas me quedó más memoria que 2 Cito la obra de santa Teresa de Jesús por sus Obras completas, publicadas en BAC de Madrid en 1976. e chando a s ju n de la c uz cantar desde la cima...
24 actas del ii congreso internacional de literatura mística si nunca las hubiera visto, ni sabría decir de qué hechura eran; mas por junto acuérdase [el alma] que lo vio” (ibid). La Reformadora descubre una curiosa relación de parentesco entre la experiencia del éxtasis unitivo y la sala abigarrada de ornamentos del camarín de Alba de Tormes. En la cúspide del éxtasis le había dado “a entender el Señor grandes secretos, que parece los ve en el mesmo Dios [y] se le descubre cómo en Dios se ven todas las cosas y las tiene todas en sí mesmo” (Moradas VI, 10, 3). En este pobladísimo “cielo empíreo” de la Divinidad la santa había entendido infinitas cosas de manera simultánea, pero ya luego era incapaz de dar noticia de una sola de ellas: había quedado “embebecida con aquel representársele las grandezas que vio, más no [podía] decir nenguna” (Moradas VI, 4, 8). Queda pues “con grandísima confusión” (Moradas VI, 10, 3) ante el milagro de aquel dinamismo divino inagotable del que había participado de manera directa. Como su maestro espiritual, san Juan de la Cruz, entiende que su alma se tenía que haber ensanchado ilimitadamente para participar del vórtice inaprehensible de la Esencia Divina, y llama al proceso “ensanchamiento interior”. Otro tanto Rusbroquio y su discípulo Taulero, que proponen a su vez que experimentaron la cima del éxtasis como un evento dinámico, en el que el alma sirve de espejo al flujo y reflujo incesante de la Trinidad3. El maestro de Grosendaal explica en su Espejo de la salvación del alma lo relativo a esta generación ininterrumpida de la Trinidad en la desnudez del hondón del ser, donde la mutua inhabitación de Dios y el alma se renueva incesantemente con nuevos encuentros. Rusbroquio, siempre cristocéntrico, asocia la supraesencia de nuestra alma con la segunda persona de la Trinidad pues, dada nuestra condición de criaturas, nos identificamos con la generación de Cristo en medio de este dinamismo trinitario. Pero, según el místico recuerda en sus Bodas del alma, ese dinamismo se alterna con la quietud gozosa última en la Esencia de Dios. En su altísima naturaleza, Dios es unidad esencial, 3 El testimonio de san Juan sobre al flujo de relaciones y procesiones intertrinitarias es, como se sabe, terreno delicadísimo, que incluso ha llegado a causar escrúpulos a los teólogos, ya que se les suele convertir en verdadera crux interpretum. Para la influencia de Rusbroquio sobre san Juan de la Cruz, (en especial sus libros Bodas del alma, la Perla brillante, El Reino de los que aman a Dios y el Espejo de salvación), cf. Teodoro H. Martín 1985.
25 EscuchandoasanJuandelaCruzcantardesdelacimavertiginosadelÉxtasismÍstico remanso de gozo eterno, aunque por su Trinidad es a su vez actividad eterna, eterno movimiento: este reposo y este movimiento subsisten perpetuamente. Intentando explicar de alguna manera estos misterios, el maestro de Grosendaal compara la vivencia directa de este amor dinámico de Dios con “un brasero de carbones encendidos” que hacen “saltar chispas refulgentes, llameantes” (Ruusbroec 1985: 578)4. Por cierto, santa Hildegarda había preludiado en su Scivias la actividad incesante del seno de Dios, propia de la vivencia del éxtasis, que le permite acceso a secretos espirituales insondables. Aunque el testimonio de la santa no es trinitario, sí nos da noticia de que ha experimentado un conocimiento ilimitado en el seno de Dios: ... una luz ígnea [...] se derramó como una llama en todo mi cerebro, en todo mi corazón y en todo mi pecho. [..] Y de pronto comprendí el sentido de los libros, de los salterios, de los evangelios y de otros volúmenes católicos [...] aun sin conocer la explicación de cada una de las palabras del texto, ni la división de las sílabas, ni los casos, ni los tiempos (Hildegarda de Bingem (001: 180). En su “Oración I”, George Herbert se refiere a su vez a la tesitura inaprensible de esta danza giratoria de amor y luz divinos renovada a cada instante. Admite que lo ha dejado afásico y que solo puede celebrarla con encendidos dislates: “The milky way, the bird of Paradise, / Church-bells beyond the stars heard, the soul’s blood, / The land of spices; something understood” [“La Vía Láctea, el ave del Paraíso, / campanadas de Iglesia escuchadas más allá de las estrellas, la sangre del alma, / la tierra de las especies; algo entendido al fin” 5. Ya en el siglo XX, Thomas Merton confiesa que ha sabido por experiencia que Dios no es estático, sino movimiento puro, fiesta embriagada y suavísimamente tumultuosa. En su ensayo Entering the Silence, el contemplativo norteamericano trata de balbucear algo de la noticia insondable de estas manifestaciones divinas en delicadísimo 4 Para más sobre este dinamismo trinitario de la mística renano-flamenca, cf. los numerosos estudios de Teodoro H. Martín, traductor y editor de los místicos renano-flamencos; en especial Martín 1985 y 1989 y López-Baralt 2005. 5 (https://www.poetryfoundation.org/poems/44371/prayer-i). e chando a s ju n de la c uz cantar desde la cima...
26 actas del ii congreso internacional de literatura mística bullicio sagrado que confluyen en el estado de éxtasis. Allí, nos dice, no se descansa, sino que se experimenta el conocimiento infinito de Dios como actividad incesante: “...all other rest is unbearable compared with this activity that is beyond all modes and all being”. [“...todo otro descanso resulta intolerable comparado con esta actividad que se encuentra más allá de todas las modalidades del ser”] (Merton 1996: 127). ¿Y san Juan de la Cruz? El poeta que nos ocupa elige un símbolo dinámico de gran delicadeza para dibujar de alguna manera la experiencia revelatoria infinita que ha experimentado: una fuente cuyas aguas plateadas se mueven en oscilación regulada. Esta fuente autónoma del Cántico espiritual, encendida como un diamante que se refractara en movimiento perpetuo, refulge de súbito en la noche, y le sirve al poeta como holograma sagrado de las revelaciones simultáneas que el alma recibe cuando se le abren las puertas de la revelación. Es la manera poética que tiene san Juan de aludir al dinamismo divino que santa Teresa, con su estilo candorosamente espontáneo, denominó “baraúnda”. El gesto de invocar misterios sobrenaturales frente a aguas ondulantes es inmemorial: los griegos buscaban contactar sus muertos meditando frente a oscuras piscinas subterráneas; Aladino pulía su lámpara maravillosa para hacer relucir su metal hasta que espejeara, de manera que, cuando se mirara en el metal bruñido, pudiera emerger el genio sobrenatural, que en el fondo era hijo de su propia psique profunda; la adivina escruta su bola de cristal acuosa para conocer las ocultas verdades del futuro: es decir, para despertar sus propios poderes de precognición. Mirar detenidamente superficies líquidas que se mueven en oscilación regulada nos tranquiliza y, por lo tanto, nos lleva a abismarnos en estados intuitivos profundos. En estos procesos contemplativos descubrimos las grandes verdades sobrenaturales que permanecían ocultas en el hondón de nuestro ser. San Juan lo sabe bien, e intenta evocar el proceso místico transformante en las ondas rítmicas de la alfaguara del Cántico espiritual. La Esposa, protagonista del poema, se lanza a la aventura máxima de cotejar su identidad en el espejo voluble de esta fuente6: 6 Para más sobre esta fuente iniciática, cf. López-Baralt 1998/2018).
27 EscuchandoasanJuandelaCruzcantardesdelacimavertiginosadelÉxtasismÍstico “¡Oh cristalina fuente, / si en esos tus semblantes plateados/formases de repente / los ojos deseados / que tengo en mis entrañas dibujados!”. Esta fuente iniciática de misterioso brillo astral, que constituye el centro de gravedad del poema, marca el momento en el que la protagonista enamorada, símbolo del alma, detiene su camino presuroso en busca del Amado, se mira en el espejo iridiscente y encuentra allí lo que tanto buscaba. Estamos ante la inimaginable “espacialidad” mística —el sagrado “adónde”— en el que la Esposa reencuentra al Amado, fugitivo como ciervo en la lira que inaugura el poema. Convertida en una ráfaga enamorada, la Esposa había deambulado febrilmente tras su Amado recorriendo montes, riberas y espesuras. Todo en vano, el Amado no aparecía. Pero ahora la enamorada está en el umbral mismo del encuentro. Enseguida comprenderemos la magnitud de su hallazgo: el Amado estaba en ella misma. Cuando la protagonista poética se ausculta en las aguas espejeantes de la fuente, no pide mirarse, sino, curiosamente, quiere ver allí los ojos de quien más ama, que lleva dibujados en sus entrañas. Está, como diría José Ángel Valente, “grávida de una mirada” (Valente 1982: 69). Pero al mirarse en el espejo líquido se enfrenta con una sorpresa descomunal: ha perdido su identidad. No tiene rostro ni bulto corpóreo, ya que no se refleja en las aguas plateadas del manantial. No: lo que la amada ve flotar en las aguas es algo mucho más extraño: unos ojos ajenos. Se advierte, no sin vértigo, que estos ojos refulgentes del Amado que le devuelve la fuente son simultáneamente de Él y de ella, ya que donde estaban grabados era en las propias entrañas de la que se mira en la alfaguara. Ella los mira y ellos la miran desde las aguas y no es posible establecer diferencias entre ambas miradas que se autocontemplan. La fuente, se descubre con asombro, es simultáneamente el espacio —el espejo— de su propia identidad. Inesperadamente, el ansioso “¿adónde?” que inaugura el poema se nos ha comenzado a contestar. “¿Adónde te escondiste, Amado?” La respuesta es sobrecogedora: “En mí misma”. Por decirlo con palabras de san Agustín: in interiore homine habitat veritas. Estamos ante un narcisismo sagrado, pues la Esposa no hace otra cosa que amarse a sí misma en proceso de transformación: es decir, ama a Dios en sí misma. e chando a s ju n de la c uz cantar desde la cima...
28 actas del ii congreso internacional de literatura mística El simbólico espejo de la alfaguara, sede de la gnosis mística, le ha devuelto a la protagonista poética una identidad trascendida, ya que intentaba contemplar en él a Dios y termina contemplándose a sí misma en Dios. Por eso ha quedado una sola mirada transformante flotando encendida sobre las aguas. Esta unificación mística suprema se logra porque la visión (la mirada de un sujeto hacia un objeto exterior) ha devenido autovisión, como dejó dicho Michael Sells en otro contexto (Sells 1988:121 y 131). Desaparecen el invocante y el invocado: se tornan Uno cuando la Divinidad se revela a Sí misma en el corazón del místico. La Esposa, ahora que está bendecida con el prodigio de la autovisión, pasa a celebrar un misterio espiritual esencialmente dinámico: su conversión misma en Dios. “Atestigua” las grandezas de su Amado inasible, pero no las puede comunicar racionalmente, pues, como dejó dicho san Agustín, Si comprehendis, non est Deus. Está viviendo, ya se sabe, un trance sobrenatural que la sobrepasa del todo. San Juan no osará articularlo en palabras precisas, pero con el ritmo incantatorio con el que trenza sus palabras llameantes va sugiriendo algo, y aun mucho, del dinamismo del éxtasis que le ha sobrevenido. La miríada interminable de imágenes caleidoscópicas en movimiento incesante apuntan a su experiencia mística, fluctuante e inagotable, como las ondas reguladas de la fuente que la simboliza. En ese sagrado allí el alma queda convertida en el espejo infinito de la Esencia Divina. Es la manera desbordada que tiene el poeta de comunicar el evento de la revelación perpetua de Dios en el hondón de su ser: Mi Amado las montañas, los valles solitarios nemorosos, las ínsulas extrañas, los ríos sonorosos, el silbo de los aires amorosos; la noche sosegada en par de los levantes del aurora, la música callada, la soledad sonora, la cena que recrea y enamora.
29 EscuchandoasanJuandelaCruzcantardesdelacimavertiginosadelÉxtasismÍstico Nuestro lecho florido de cuevas de leones enlazado en púrpura tendido de paz edificado de mil escudos de oro coronado. San Juan no osa describir el rostro de Dios, sino que se limita a sugerir su estupefacción ante el encuentro ultraterrenal con Su Esencia infinita en movimiento perpetuo. El conjunto de liras, con su extraña ausencia de verbo y su anhelante torrente de imágenes visionarias inconexas7, produce el efecto de una mantra o conjuro: el poeta sabe que Dios no entra al alma por vía de la razón, y pone sordina a nuestras facultades racionales, que no pueden dar cuenta de Él. Los versos están dotados de un compás rítmico regulado, pues este poeta, cuyas palabras, según el testimonio de sus contemporáneos, salían “centelleando”, trabaja aquí sus liras a manera de ensalmo. Sabemos que las palabras opacas pero cadenciosas de un sortilegio logran adormecer la inteligencia crítica consciente para que pueda operar libremente la intuición. El conjunto de estos versos hilados produce pues el efecto de una melodía o de una mantra. Dios no entra al alma, lo sabemos, por la vía racional, por lo que la razón no puede dar cuenta de la unión con Él. De ahí que el espacio sagrado que constituye esta fuente simbólica, sede de la unión transformante del alma en Dios, es intuido por el poeta como ritmo sagrado de dinamismo incesante. Este ritmo en oscilación regulada, como las ondas de la fuente, sugiere los cambios transformantes que el alma atraviesa en el seno de Dios. La protagonista, que buscó a su Amado en los paisajes exteriores —montes, valles, riberas, prados de verduras— descubre en este instante en cúspide que Él incorpora en su Esencia infinita esos espacios, ahora devenidos ultramundanos, donde su buscadora lo intentaba encontrar en vano. La angustiosa pregunta del “¿adónde?” inicial se nos vuelve a contestar una vez más con esta miríada de imágenes en gloriosa sucesión caleidoscópica. El Amado no tiene rostro —no lo reflejó en la fuente— y la Amada lo celebra en términos metafóricos de un fluir vertiginoso de espacios y de tiempos: montañas, 7 Sobre el enigma de estas liras sin verbo y sin concatenación lógica, cf. Bousoño 1970 y López-Baralt 1998/2018. e chando a s ju n de la c uz cantar desde la cima...
30 actas del ii congreso internacional de literatura mística noches, músicas, un extraño lecho nupcial. Dios redime en Sí mismo a la creación, unificada en Él, en el espacio infinito del corazón extático de la amada, devenido espejo cristalino. Cristalino y ondulante. Advirtamos el cuidado que tiene san Juan de no pintar el rosto de Dios: antes, pinta en sus versos cómo la esposa siente su unión dinámica con Él. En la percepción de la Esposa —nos dice el poeta en las glosas al “Cántico”— el Amado es como las montañas, porque la impresión que le producen estas (altura, majestuosidad) son semejantes a la que le produce el Amado: “Las montañas tienen altura, son abundantes, anchas y hermosas [...] Estas montañas es mi Amado para mí (CB 14-15, 7). Los valles se asocian con la intuición de refrigerio y descanso; las ínsulas extrañas, con la noción de misterio; los ríos sonorosos, con la sensación de anegarse en ellos y escuchar la sonoridad abismal que apaga todo ruido exterior; y así sucesivamente a lo largo de las estrofas celebrativas8. En este “desposorio espiritual” Dios manifiesta sus atributos (aquí, simbólicos) en ella, que le sirve de espejo. Si bien la protagonista poética vio los ojos de luz de su Amado reflejados en la fuente o espejo rutilante de sí misma, ahora el Amado se refleja en la fuente o espejo del alma: ambos son el espejo del otro, y se devuelven su ipseidad en una sucesión interminable de espejos que se autoreflejan sin fin como si se encontraran el uno frente al otro. Soberbia reflexión sobre el encuentro dinámico con el infinito, no cabe duda. Vemos pues que este espejo del hondón último del alma es capaz de reflejar cualquier epifanía divinal, sin atenerse a ninguna fija. El alma en éxtasis tiene que ensancharse y que transformarse a cada instante para ser capaz de reflejar todas las epifanías o atributos infinitos de Dios en dinamismo constante. Dios es inacabable, como apunta el mismo san Juan: “ni los ángeles le pueden acabar de ver ni le acabarán...”. Siempre “les hace novedad y siempre se maravillan más”; “Solo para sí no es extraño [Dios], ni tampoco para sí es nuevo” (CB 14-15, 8). 8 Es fascinante advertir cómo san Juan, de seguro inconscientemente, va canjeando la atribución de estas virtudes o atributos unas veces a Dios, y otras veces al alma, que no en balde están unificados ya . A menudo no parece claro en quién realmente residen las virtudes celebradas: cuando el santo comenta el verso “en púrpura tendido” aclara que “Todas estas virtudes están en el alma como tendidas en amor de Dios.” (CA 15, 6).
31 EscuchandoasanJuandelaCruzcantardesdelacimavertiginosadelÉxtasismÍstico El que experimenta esta vivencia, en efecto, sabe de inmediato que ha apurado tan solo un sorbo de la Esencia de Dios. No hay pues por qué atarse a ninguno de estos estados o manifestaciones, ni siquiera a las más altas, porque solo Dios las puede terminar de conocer de veras e infinitamente, como nos acaba de advertir san Juan. Acaso por esto el poeta derrochó su vehemente surtidor de visiones con tanta alegría indeterminada: Dios es los espacios, los tiempos, la música, la soledad sonora, y no es solo una de esas cosas, sino todas y aún infinitas más, porque de la febril celebración enumerativa parecería desprenderse que el júbilo de la recepción de estos atributos nunca acaba. Dios es un torbellino de luz y de alegría. Estamos pues ante un proceso de movimiento perpetuo, en el que Dios Se revela al alma en una danza embriagada de epifanías simultáneas. El poeta, ya lo dije, volatiliza en dislates poéticos el rostro de Dios, inimaginable pero experimentado por él más allá de toda certeza. Y, sin duda, de manera inacabablemente vertiginosa. San Juan reitera su lección en torno a la suprema actividad del seno de Dios en sus comentarios al poema la “Llama”, donde explora una vez más la cima rarificada del éxtasis. Allí explica que “todos los movimientos de tal alma son divinos; y aunque son suyos [de Dios], de ella lo son porque los hace Dios en ella con ella, que da su voluntad y consentimiento” (LB 1, 9, 64). Advirtamos que el alma se pliega gozosamente a la recepción de las epifanías o secretos divinos y se va transformando dúctil, amorosamente en ellos. Es como si dijéramos la más alta oración posible: Hágase en mí según Tu palabra. San Juan insiste en que tanto Dios como el alma se mueven al unísono y participan ambos, por lo tanto, de la dinámica inefable de la unión, que metaforiza con el movimiento crepitante de las llamas: “los movimientos de estas llamas divinas, que son los vibramientos y llamaradas que habemos arriba dicho, no las hace sola el alma transformada en las llamas del Espíritu Santo, no las hace solo él, sino él y el alma juntos” (LB 3, 10, 74). El alma en Dios es danza. También podríamos decir de la mano felicísima de san Juan que es fiesta, pues el poeta celebra que “estos movimientos de Dios y el alma juntos [...] son [...] juegos y fiestas alegres” (LB 3, 10, 76). El poeta ha retratado vívidamente el júbilo intrínseco de la unión mística inacabable. Siempre he considerado que san Juan de la Cruz es el poeta más feliz de la literatura española. Solo e chando a s ju n de la c uz cantar desde la cima...
32 actas del ii congreso internacional de literatura mística de una pluma así de regocijada y de nupcial puede surgir una celebración mística tan exultante. De ahí que, como las llamaradas crepitantes, las ondas de la fuente autónoma del “Cántico” fluctúen según atestiguan los atributos incesantes de Dios. Oscilan de estado en estado, de epifanía en epifanía, y las reflejan todas. Gracias a esta ductilidad es que el alma en éxtasis puede refractar, como diamante fulgurante, la manifestación simultánea de los atributos interminables de la Divinidad: estamos ante la morada altísima del corazón extático que es receptivo de cualquier forma o epifanía divina. El alma se une a Dios en cada una de las moradas o noticias que recibe de Su magnanimidad, pero no queda constreñida a ninguna. Según atestiguan las epifanías divinas, el alma va metamorfoseándose con ellas, adaptándose dúctilmente a sus vertiginosas noticias sobrenaturales de manera que pueda recibir la sabiduría sin límites que el Uno irradia de continuo en el hondón del ser. El conocimiento intelectual ha quedado atrás para dar paso al fin a la más alta sabiduría, que Michael Sells llama “el acto de conocer en continua transformación” (a continually transformative knowledge (Sells 1992:91). Cuando nos transformamos en Dios es que experimentamos esta percepción inacabable y a-temporal que resulta continuamente transfigurante. Solo con un simbólico corazón dilatado podemos aprehender simultáneamente las grandes verdades reveladas que la Divinidad nos otorga en la morada sublime de la unión. San Juan experimenta pues su unión teopática como una danza revelatoria de amor y de luz, de eclosiones divinas innombrables, siempre únicas y siempre renovadas a cada instante. Se me debe perdonar si pareciera que hablo de un proceso revelatorio de instantes consecutivos en el tiempo: es que resulta imposible hablar de una vividura que trascendió el discurrir de las horas, pues el lenguaje sucesivo no puede contenerla. Pero lo que sí es cierto es que esta danza circular perpetua de imágenes inconexas sobre la superficie de la fuente plateada sanjuanística remeda el prodigio de un tiempo que ha cesado, la gloria de un conocimiento infinito e instantáneo experimentado in divinis. La rápida sucesión de las epifanías de Dios en este azogue caleidoscópico del alma profunda es, claro está, solo aparente, ya que en Dios, a salvo del tiempo y del espacio, es manifestación simultánea. Como asegura san Juan, Dios es de suyo inamovible pese a ese
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