Actas del III Congreso Internacional de Mística

115 sinosabedarjaquen, osabrádarmate:elenvésdeloinefablenlamísticateresianaytradicionesafines puntuales, como de reelaboraciones alegorizadas mucho más complejas. En la baja Edad Media europea, Chaucer, Dante, Boccaccio, Chrétien de Troyes, Jean de Meun y Guillaume de Lorris, por nombrar solo algunos archiconocidos, conjuran algún matiz del ajedrez y sus reglas como fuente inagotable de analogías poéticas: cientos de alfiles, caballos y peones que se enfrascan arremolinados en fragorosas lides campales sobre tableros simbólicos para proteger a sus reyes. Los escritores de habla hispana tampoco son la excepción. La imaginería ajedrecística permea la literatura hispánica desde Alfonso X el Sabio hasta Jorge Luis Borges, y desde la Edad Media y el Siglo de Oro hasta las mismas postrimerías de la modernidad en ambos lados del Atlántico.3 Afinando un poco más el tanteo, no extraña tampoco la vuelta a lo divino del ajedrez como alegoría religiosa. La vida religiosa descrita con imágenes del ajedrez ya gozaba, por ejemplo, de amplios precursores premodernos en la literatura mística cristiana y también los tenía en la tradición isoámica, sobre todo en el sufismo persa, Rumi mostró una afición particular por la imaginería ajedrecística, aunque no tanto en el judaísmo (pese a sus referencias fugaces en Rashi, Abraham ibn Ezra, Halevi y Maimónides).4 3 Así lo viene documentando con su erudición habitual Fernando Gómez Redondo en su columna “El ajedrez y la literatura” para la revista Rinconete en el Centro Virtual Cervantes (cvc.cervantes.es) desde el 2012 (el 10 de mayo del 2017 llevaba 69 columnas escritas para esta serie). La estela de autores y obras que compulsa incluye a Los siete infantes de Lara, Gran conquista de Ultramar, Alfonso X y sus Libros de acedrex, dados e tablas (obra pionera en tratadística occidental sobre el tema), las versiones hispanomedievales del Tristán, Juan Alfonso de Baena, Álvarez de Villasandino, Juan de Mena, Marqués de Santillana (soneto X), Jorge Manrique, fray Íñigo de Mendoza (Coplas de Vita Christi), Triste deleytación, La Celestina, Juan de Lucena y su Arte de axedrez de 1497 (el primer tratado moderno sobre este juego en Europa), la Crónica anónima de Enrique IV, Feliciano de Silva (Lisuarte de Grecia), Pedro Manuel Jiménez de Urrea (Penitencia de amor, 1514), Lope de Vega, Covarrubias, Góngora, Cervantes, Quevedo, la traducción quinientista del Tractatus de ludo scacchorum de Jacopo de Cessolis, etc. Un repaso del CORDE incrementa por mucho las nutridas referencias al ajedrez en toda nuestra literatura desde los albores del vernáculo hasta el poema que le dedica Borges y más allá. Y solo nos limitamos aquí a los archivos literarios del vernáculo castellano: la asociación de Iberia con el ajedrez ya es muy antigua, como lo sugieren las cuatro piezas de ajedrez asociadas con el obispo benedictino san Genadio de Astorga, siglos IX-X. 4 La importancia del ajedrez en la cultura del ocio cortesano en el mundo islámico marca las literaturas de esta gran civilización. Véase, por ejemplo, la preponderancia de imágenes ajedrecísticas en la literatura persa, tanto secular como religiosa, catalogadas por Annemarie Schimmel (1992: 287289). La cosecha por el lado judío es menos abundante. Rashi en el siglo XI identifica la referencia a un juego llamado nardeshir en BT Ketuvot 61b con el ajedrez (que designa en la‘az como escaque), si bien discrepan otros lexicógrafos hebreos contemporáneos. Ya en la España medieval, hay un famoso poema sobre el ajedrez (en hebreo shaḥmat) atribuido a Abraham ibn Ezra (Schirmann 1960: 1:585587, poema 259; versión inglesa en Cole 2007: 179-181), menciones fugaces del juego en Yehudah Haleví (al-šaṭranj en Kuzarí 5 [texto judeoárabe en Baneth 1977: 224]) y Maimónides (comentario a la Mishná Sanhedrín 2.3), y otro escrito sobre el ajedrez (melitsa tsaḥa ‘al tseḥoq ha-šaq) compuesto a más tardar para el siglo XV por un tal Bonsenyor ibn Yaḥya, con una editio princeps en Mantua (1557). Véase a Keats (1995). ino sabe dar jaque, no sabrá dar mate: l envés d lo inefabl ...

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