Actas del III Congreso Internacional de Mística

247 mística de lo cotidiano: discernimiento ignaciano que es la base para discernir la oración y la presencia de Dios en el diario vivir, también es la base para la acción y toma de decisiones. Poco a poco la persona aprenderá a reconocer cómo lo mueve una conversación u otra también en la vida diaria, fuera de Ejercicios, y comenzará a tomar decisiones que más la muevan hacia la consolación en el diario vivir. De modo que si la persona sigue la consolación y se mueve activamente hacia ella, de manera constante, no necesitará conocer el plan de Dios en su totalidad para saber que se acerca no solo al plan de Dios para su vida, sino, aun mejor, a Dios mismo que es quien lo atrae por medio de la consolación. Lo único que se le pide a la persona es tomar un espacio de oración en donde tome consciencia de cómo lo mueven las cosas y que en la vida, ante las opciones disponibles que tenga, intente siempre elegir lo que más lo acerque a Dios, tomando como fuente principal de información las mociones que va experimentando en su vivir y en la oración. Mucho se ha escrito en relación a las reglas del discernimiento que no podrían cubrirse aquí. Sin embargo, con la discusión anterior, tenemos el eje central de la metodología ignaciana para el discernimiento. Ahora hay que darse a la tarea de buscar algunas aplicaciones en la vida de Ignacio revisando su diario espiritual. parte 2.a. el lenguaje “cotidiano” del misticismo ignaciano No es necesario ser un experto en la espiritualidad para distinguir en un primer momento que los escritos de san Ignacio de Loyola arriba son enteramente distintos a los de sus contemporáneos san Juan de la Cruz o santa Teresa de Jesús. Podría caerse en el error de pensar que Ignacio no tuviera lugar dentro del mundo del misticismo. Sin embargo, eso sería reducir la experiencia de Dios al lenguaje poético. Detrás de la expresión de estos santos se encuentra una experiencia de Dios que busca ser transmitida. De hecho, la falta de elementos poéticos en el lenguaje ignaciano es precisamente lo que le da su carácter único y lo que posibilita su acceso y emulación. No es que una forma sea mejor que otra, se trata de expresiones simplemente distintas, cada una con sus beneficios y puntos en contra. Esto es un elemento inescapable del lenguaje.

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