Actas del III Congreso Internacional de Mística

30 actas del ii congreso internacional de literatura mística noches, músicas, un extraño lecho nupcial. Dios redime en Sí mismo a la creación, unificada en Él, en el espacio infinito del corazón extático de la amada, devenido espejo cristalino. Cristalino y ondulante. Advirtamos el cuidado que tiene san Juan de no pintar el rosto de Dios: antes, pinta en sus versos cómo la esposa siente su unión dinámica con Él. En la percepción de la Esposa —nos dice el poeta en las glosas al “Cántico”— el Amado es como las montañas, porque la impresión que le producen estas (altura, majestuosidad) son semejantes a la que le produce el Amado: “Las montañas tienen altura, son abundantes, anchas y hermosas [...] Estas montañas es mi Amado para mí (CB 14-15, 7). Los valles se asocian con la intuición de refrigerio y descanso; las ínsulas extrañas, con la noción de misterio; los ríos sonorosos, con la sensación de anegarse en ellos y escuchar la sonoridad abismal que apaga todo ruido exterior; y así sucesivamente a lo largo de las estrofas celebrativas8. En este “desposorio espiritual” Dios manifiesta sus atributos (aquí, simbólicos) en ella, que le sirve de espejo. Si bien la protagonista poética vio los ojos de luz de su Amado reflejados en la fuente o espejo rutilante de sí misma, ahora el Amado se refleja en la fuente o espejo del alma: ambos son el espejo del otro, y se devuelven su ipseidad en una sucesión interminable de espejos que se autoreflejan sin fin como si se encontraran el uno frente al otro. Soberbia reflexión sobre el encuentro dinámico con el infinito, no cabe duda. Vemos pues que este espejo del hondón último del alma es capaz de reflejar cualquier epifanía divinal, sin atenerse a ninguna fija. El alma en éxtasis tiene que ensancharse y que transformarse a cada instante para ser capaz de reflejar todas las epifanías o atributos infinitos de Dios en dinamismo constante. Dios es inacabable, como apunta el mismo san Juan: “ni los ángeles le pueden acabar de ver ni le acabarán...”. Siempre “les hace novedad y siempre se maravillan más”; “Solo para sí no es extraño [Dios], ni tampoco para sí es nuevo” (CB 14-15, 8). 8 Es fascinante advertir cómo san Juan, de seguro inconscientemente, va canjeando la atribución de estas virtudes o atributos unas veces a Dios, y otras veces al alma, que no en balde están unificados ya . A menudo no parece claro en quién realmente residen las virtudes celebradas: cuando el santo comenta el verso “en púrpura tendido” aclara que “Todas estas virtudes están en el alma como tendidas en amor de Dios.” (CA 15, 6).

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