42 actas del ii congreso internacional de literatura mística como el lugar donde Dios quiere ser encontrado y adorado9. Dios no podía haber asegurado de mejor manera lo que sería su proyecto con la creación del ser humano: unirlo consigo, llevarle a vivir la plenitud del amor. Con su presencia Dios asegura, facilita y hace posible la unión con todo ser humano. En este sentido Juan de la Cruz se muestra contundente y convencido: ¡Oh, pues, alma hermosísima entre todas las criaturas, que tanto deseas saber el lugar donde está tu Amado, para buscarle y unirte con él! Ya se te dice que tú misma eres el aposento donde él mora y el retrete y escondrijo donde está escondido; que es cosa de grande contentamiento y alegría para ti ver que todo tu bien y esperanza está tan cerca de ti, que esté en ti, o, por mejor decir, tú no puedas estar sin él. Catá, dice el Esposo (Lc.17, 21), que el reino de Dios está dentro de vosotros. Y su siervo el apóstol san Pablo (2 Cor. 6, 16): Vosotros, dice, sois templo de Dios.10 De esta manera expresa su convencimiento de que Dios habita en cada ser humano, llenándolo, así, de la misma dignidad del Huésped. Por ello, descubrir a Dios en la propia interioridad supone, además, descubrir la propia grandeza de la que Dios nunca se ausenta. Y por eso, con una contundencia teológica insiste el Santo diciendo: Grande contento es para el alma entender que nunca Dios falta del alma, aunque esté en pecado mortal, cuánto menos de la que está en gracia. ¿Qué más quieres, ¡oh alma!, y qué más buscas fuera de ti, pues dentro de ti tienes tus riquezas, tus deleites, tu satisfacción, tu hartura y tu reino, que es tu Amado, a quien desea y busca tu alma? Gózate y alégrate en 9 Teresa de Jesús, al inicio del libro Las Moradas se maravilla y goza subrayando esa percepción del ser humano. Y Juan de la Cruz, en el Cántico Espiritual, exclama convencido de que Dios quiere ser buscado precisamente ahí, en el interior de uno mismo, o lo que es lo mismo en el conocimiento y descubrimiento de la propia humanidad. 10 CB 1, 7. Con otras palabras Teresa viene a expresar lo mismo: “… y le dice que esté cierto que fuera de este castillo no hallará seguridad ni paz; que se deje de andar por casas ajenas, pues la suya es tan llena de bienes, si la quiere gozar; que quién hay que halle todo lo que ha menester como en su casa, en especial teniendo tal huésped que le hará señor de todos los bienes, si él quiere no andar perdido, como el hijo pródigo, comiendo manjar de puercos.” (2 M 1, 4)
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