43 "tumismaereselaposentodondeÉlmora(cb1,7).eldescubrimientodelainterioridad tu interior recogimiento con él, pues le tienes tan cerca. Ahí le desea, ahí le adora, y no le vayas a buscar fuera de ti, porque te distraerás y cansarás y no le hallarás ni gozarás más cierto, ni más presto, ni más cerca que dentro de ti.11 Abrirse a esa interioridad habitada es una posibilidad inherente a todo ser humano. Puede realizarse de una manera consciente, desde la dinámica y certeza que le ofrece la misma fe; pero puede igualmente buscarla sin ser consciente de la grandeza que lo habita. Y la posibilidad la ofrece el hecho mismo de la presencia del Huésped, aunque uno desconozca esa verdad. Es lo que, en el fondo, el evangelista Juan identifica con la realidad del amor (“quien ama conoce a Dios”), o como diría la filósofa Edith Stein: “quien busca la verdad, busca a Dios, sea o no consciente de ello”12. todos podemos ser místicos Y si esto es así, porque es parte del proyecto de un Dios creador entendido como Amor, entonces todos somos capaces de poder desarrollar una verdadera experiencia del Misterio, aun cuando seamos incapaces de ponerle nombre. Decir que el hombre es el lugar en el que Dios habita rompe con muchos prejuicios relacionados con la experiencia mística: en primer lugar, que todos somos potencialmente capacitados y llamados a hacer esta experiencia, porque, al fin y al cabo, forma parte de nuestra naturaleza creada, querida por Dios (un don gratuito, pero no a la manera de quien tiene que ganarlo o recibirlo, sino a manera de donación inherente al ser humano). También nos abre a una comprensión de la mística mucho más cercana y sencilla, con fuerte significación antropológica y evangélica, muy lejana de esas visiones extraordinarias o de personalidades extravagantes, alejadas o en conflicto con la realidad. Para los místicos carmelitas, la mística se construye sobre la raíz de la propia humanidad 11 CB 1, 8. 12 En esta afirmación de Edith Stein podríamos sustituir “verdad” por cualquier otro valor, y el resultado sería el mismo. Algo que en el fondo ya nos transmite Jesús en las Bienaventuranzas. misma res el aposento d nde él mora (cb 1, 7)...
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