Actas del III Congreso Internacional de Mística

70 actas del ii congreso internacional de literatura mística una historia única. Y así pasaron algunos años. Aquel encierro no podía sino mudarse en apertura. Me recluí para escribir, para demorarme en la habitación de esa otra historia, y sucedió que accedía a un descampado, a una intemperie que me iba sobrecogiendo. Deseaba volver a mirar esas tierras campesinas anteriores, pero también el extraño cielo nocturno que me volcó a pergeñar mis primeros poemas para mí importantes. Era algo muy similar a ese deseo de lejanía o distancia del que habla Lewis5. Pero fue, paradoja mediante, un estremecimiento gradual, ¡Gracias a Dios!, puesto que no lo habría soportado de golpe que me mostraba mis propias huellas, que me hacía oír mi propio resuello, como si en plena caminata nocturna me hubiera detenido ante un extraño árbol genealógico, fantasmal, lloroso, improbable. Mis dos primeros poemarios, Rotación y Los días, nacieron en ese microclima que dispuse para mejor habérmelas con esa noche y con esas jornadas de estudio agotadoramente iguales de una disciplina, la Sociología, que ya se marchitaba en mí. No creía haber elegido mal mi carrera. Estaba convencido de su relevancia en el concierto de saberes, pero los signos de los tiempos se me hacían legibles, ahora, desde otro lugar epistemológico. Era, inicialmente, no el lugar donde nos erguimos para decir algo, sino donde caemos, fracasados o prosternados, confundidos o fulminados. Ese lugar al que, por tácito acuerdo, seguimos llamando aproximadamente Poesía. Y en el camino en pos de una cierta autenticidad de vivir, entonces, la pregunta por Dios tenía que desaparecer, lastrada como estaba de formulismos. Y desapareció. Por indicación de mi maestro en poesía, el poeta Miguel Arteche6, leí con más dedicación a los españoles de la Generación de 1927, de quienes obtuve importantes lecciones composicionales que examinaba luego con Arteche. “Vino el [ángel] que yo quería”, dice un poema de Rafael Alberti, “el que yo llamaba/ […] Para, sin lastimarme,/ cavar 5 Todo aquello que le inspiraba “un temor reverente, o salvaje, o misterioso” (142). Esa inquietud casi insoportable de lo Otro como lo Santo, dice Lewis. 6 Poeta chileno (Nueva Imperial, 1926; Santiago, 2012), autor de una poesía de fuerte raigambre castiza y católica. Poemarios notables: Solitario, mira hacia la ausencia (1953), Destierros y tinieblas (1963), Noches (1976), Fénix de madrugada (1994) y Jardín de relojes (2002). Arteche publicó también relatos, como las novelas La otra orilla (1964) y El Cristo hueco (1969); y ensayos, como La extrañeza de ser americano (1962) y Llaves para la poesía (1984). Fue miembro de número de la Academia Chilena de la Lengua, y recibió, entre otros, el Premio Nacional de Literatura en 1996.

RkJQdWJsaXNoZXIy NzUzNTA=