82 actas del ii congreso internacional de literatura mística ser los que llaman cherubines, que los nombres no me los dicen; mas bien veo que en el cielo hay tanta diferencia de unos ángeles a otros, y de otros a otros, que no lo sabría decir). Veíale en las manos un dardo de oro largo, y al fin del hierro me parecía tener un poco de fuego; este me parecía meter por el corazón algunas veces y que me llegava a las entrañas. Al sacarle, me parecía las llevaba consigo, y me dejava toda abrasada en amor grande de Dios. Era tan grande el dolor que me hacía dar aquellos quejidos, y tan excesiva la suavidad que me pone este grandísimo dolor, que no hay desear que se quite, ni se contenta el alma con menos que Dios. No es dolor corporal, sino espiritual, aunque no deja de participar el cuerpo algo, y aun harto. Es un requiebro tan suave que pasa entre el alma y Dios, que suplico yo a su bondad lo dé a gustar a quien pensare que miento. (Jesús, 1986, 157-158) Al otro lado del Atlántico, en el virreinato de la Nueva España, la venerable madre María Magdalena de Lorravaquio Muñoz sorprendió con un diario espiritual (1650)1, en el cual narra doscientos catorce fenómenos extraordinarios en una suerte de catálogo que ocupa la cuarta y última parte de su texto, pero que abarca más de dos terceras partes de su discurso completo. Entre las ciento veintiocho visiones registradas allí, las más interesantes exhiben símbolos de las tradiciones precolombino-mexica y cristiana con valor común. Particularmente sincrética en su lenguaje, es la xxv visión Otra vez día de Ntra. S.a estando yo toda aquella víspera y dia en oración de coloquio encomendándome a su Mag.d y a su bendita M.e me favoreciese y me amparase en todas mis necesidades vi y sentí corporalmente a Ntra. S.a q.e como una Águila ligerísima venía como en un trono sentada y se me ponía al lado del corazón q.e este con muy gran violencia me arrancaban del cuerpo con tan grandes júbilos y alegrías de la presencia de estaS.a y estube en una profunda contemplacion q.e el alma se me abrasaba en amores de esta S.a y quando se me fue de mi presencia sentí en tanto extremo este favor y 1 María Magdalena de Lorravaquio Muñoz, Libro en que se contiene la vida de Madre Magdalena, monja professa del Convento del Sr. S. Jerónimo de la Ciudad de México, hija de Domingo de Lorravaquio, y de Ysabel Muñoz, su legítima mujer, Ms. 1244, Nettie Lee Benson Latin American Collection, Biblioteca de la Universidad de Texas, Austin, s/f, fol. 1. Esta versión de 1650 es atribuida por Electa Arenal y Stacey Schlau (1989, p. 346) a su sobrino, Lic. Francisco de Lorravaquio. Para un comentario minucioso de las experiencias extraordinarias de esta monja jerónima novohispana, véase mi estudio (Báez Rivera, 2005, 90-201). He citado de mi edición paleográfica prologada.
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