85 notodoesmística:elfenómeno,suespejismoyalgunosexponentesenelmundohispánico Así fueron compuestos los Afectos espirituales (1843) de la pluma de una verdadera maestra de la intertextualidad, que descuella con ventaja cómoda entre las autobiógrafas espirituales virreinales por su estilo inigualable de continuo eslabonamiento de alusiones bíblicas en citas parafreaseadas o engastadas de manera exacta, sobre todo en este libro, a pesar de sus someras imperfecciones y ligeras erratas, en opinión de Kathryn Joy McKnight (1997, 167). Aunque los Afectos establecen un paralelismo con los últimos capítulos de su Vida (1817), no asombran al estudioso que va tras la pista de la narración de una vivencia mística bona fide. La autora más bien ensaya un intento comunicativo de sus encuentros «inefables» con las Sagradas Escrituras, valiéndose de un hábil palimpsesto de alusiones y citas bíblicas. Bastará detenerse en el primer párrafo de su «Afecto 2.o», que arranca justo con una supuesta visión imaginaria, para dar con el pulso total del texto: Se me representó a los ojos de mi alma todo este mundo como un diluvio de penas y de culpas; deseaba entrar y que entráramos todos en esta arca de Nuestro Señor Sacramentado, fabricada siempre por el amor del que es nuestro verdadero descanso. «Yo soy puerta, el que entrare por mí, hallará un campo florido y abundante en que se apaciente». ¡Oh, alma mía!, si el Señor te rige, ¿qué te faltará? Colocada en este lugar de pastos dulces, suaves, sobresustanciales, pan de vida y entendimiento, cogerás aguas con gozo de las fuentes del Salvador. Super aquam refectionis educavit me, et aqua sapientiae salutaris potavit illum. Este es [sic], alma mía, el cielo nuevo y la tierra nueva que te ofrece tu divino amante. ¿Qué puedes buscar en el cielo, ni en la tierra, que no lo halles aquí? Esta casa edificó la sabiduría para sí. Gloria et divit[i]ae in domo ejus. ¿Qué puedes desear o querer? Entra [en] sus atrios en confesión: míra [sic] esta casa fundada sobre la firme piedra del desierto, de donde vino este Cordero al monte de la hija de Sión. ¡Oh, alma mía, si fueras tan dichosa que merecieras seguir a este Cordero adondequiera que vaya! En caminos de justicia anda, en sus pastos serás apacentada, si lo siguieres en sus caminos. No vino a ser servido sino a servir; fue obediente hasta la muerte en cruz; no respondió en sus injurias, como Cordero sufrió sus oprobios. ‘Yo así como sordo no oía, y todo es mística: el fenómen , su espejismo y algunos...
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