86 actas del ii congreso internacional de literatura mística como mudo no abría mis labios’. No entró por sus oídos, a su dulce y abrasado corazón, alteración en sus injurias, así como si no las oyera. Como hombre que no oía, no tuvo en su boca respuesta; todo se ofreció a sí mismo como Cordero llevado al sacrificio, su purísima piel en la columna; todo en la cruz abrasado en amor y dolor; como fuego y llamas alumbró su claridad. Cordero enviado a dominar pacífico; Cordero de Dios que quita los pecados del mundo, en quien tiene el Padre toda su complacencia. Vara es de su virtud, entregada a Sión; vara florida, en quien descansa el espíritu de su amor, espíritu de ciencia y fortaleza, etc. Vara que a los que reinan en la tierra, a los pueblos de vanidad y mentira, contrarios a Ti en sus consejos, eres vara de hierro que tanquam vas figuli confringes eos. ¡Oh, cómo te cantan, Señor, todas tus obras[,] misericordia y juicio! Báculo en que sustentada el alma, solo puede subir; báculo amado; vara que la corriges y la enseñas; tu vara y tu báculo. ¡Oh mesa y Cordero, oh piedra y panal!: ipsa me consolata sunt. (Achury Valenzuela, 1962, 21-23) En cursivas o entrecomillados de la autora, van los intertextos explícitos escamoteados de la Vulgata y de versiones al castellano. Otras alusiones han sufrido recontextualizaciones como la del arca de Noé, homologada al cuerpo del Cristo eucarístico, y el agua, metaforizada con las penas y culpas de la humanidad. Sucede lo mismo con la pregunta «¿qué te faltará?», dirigida al alma con relación al Señor y a la pradera donde aquella se recrea, que remiten sin más al Salmo 23. En suma, sigo defendiendo mi apreciación inicial sobre nuestra Teresa: «Los Afectos no son una autobiografía [espiritual] stricto sensu; por el contrario, representan un catálogo de emociones a raíz de experiencias que, muy pocas veces, son narradas con el lenguaje técnico de la literatura visionaria» (Báez Rivera, 2010, 27). Después de todo lo expuesto, conviene admitir la hibridez tipológica del texto místico literario. Un escrito testimonial suele exhibir intertextualidades veladas o evidentes según el guiño comunicativo de su autor. «El Aleph» borgiano, por ejemplo, es claramente un texto de ficción en el cual digresiones de naturaleza ensayística son aprovechadas por el narrador-protagonista para establecer el prestigio de sus fuentes literarias que promueven un hábil diálogo gnoseológico con su símbolo
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