90 actas del ii congreso internacional de literatura mística De Borges a Cardenal. Alma en rastrojos de una desilusion amorosa fue tambien Ernesto Cardenal cuando le aconteció su experiencia de conversion, narrada al modo de un rapto mistico, acaso «el testimonio mas extenso» por escrito —según Lopez-Baralt (2012, 87)2— en su Vida perdida (1999). Bajo el sugerente subtitulo «Mi hora cero», Cardenal relata el rechazo de Ileana, comprometida con otro y apadrinada por el presidente Somoza Garcia en la boda pautada para el mediodia del sabado 2 de junio de 1956: El sabado 2 de junio al mediodia, a la hora de la boda, estaba yo en mi libreria, sin otra persona mas que la muchacha que atendia, y de pronto se oyeron en la calle, que era la Avenida Roosevelt, las estridentes sirenas de la caravana de Somoza, que paralizaban el trafico como bomberos o ambulancia mientras corrian a maxima velocidad. Era Somoza que venia de la boda en la catedral y se dirigia a la Casa Presidencial. Aquellas estruendosas sirenas sonaron en mis oidos como clarines de triunfo. Un triunfo sobre mi. Por extrano que parezca, rapido como un flash mi mente percibió una superposicion de Dios y el dictador como si fueran uno solo; uno solo que habia triunfado sobre mi. [...] El hecho es que me sentí abatido hasta el fondo del abatimiento. Lo que yo sentia es lo que expresa aquel salmo llamado De profundis (De profundis clamabo...): «Desde lo profundo clamo a ti, Senor». Entonces me rendí a Dios. Pensé que ya habia luchado mucho infructuosamente. Que no me quedaba mas que probar a Dios. ¡Arriesgarlo todo! y ver que tal me iba. Dije desde lo mas hondo de mi alma: Me entrego. (Todo lo que cuento fue rapidisimo, aunque son lentas las palabras para contarlo). Al hacer esa entrega sentí en mi un vacio que no tengo otra manera de calificarlo sino como «cosmico». La pobreza total dentro de mi. Estaba ya sin nada. Hasta el punto que me parece que yo sentí mucha lastima de mi. Y sentí que estaba dentro de mi alma como un vientecillo, algo sutil de lo que yo habia probado antes un poquitito: la paz de san Ignacio. La que empezaba a sentir cuando me acercaba a la entrega; pero ahora se venia haciendo grande; y yo ya sabia de donde procedia eso que me estaba entrando; y me acorde de lo que
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