Democracia, Transparencia, Participación y Bien Común

124 actas del cuarto congreso católicos y vida pública invencibles enemigos de Lenin, Hitler y Stalin –y lo decía ya en 1934 en Salzburgo François Mauriac, no esperó a la finalización de la II Guerra Mundial– eran los pintores, y los poetas, y los compositores. Que Mozart había derrotado ya, y derrotaría siempre, a Hitler. Cuando en su ópera San Francisco Olivier Messiaen, compositor francés y católico, terminaba su obra poniendo en palabras del santo de Asís una frase rotunda, “Señor, la música y la poesía me han traído hasta Ti”, sabía bien que la ciencia y la creación conducen inevitablemente hacia la concordia entre los hombres. En plena II Guerra Mundial, en sus Cartas a un amigo alemán, redactadas entre 1943 y 1944, Albert Camus mantenía que Fausto no era superior a Don Quijote, porque ni Goethe ni Cervantes les habían diseñado para enfrentarse a ninguna otra criatura. Fausto y Don Quijote conviven al servicio de un mismo ideal de civilización 17 . Y, con ellos, la pulsión por la Creación que Dios infunde en todos y cada uno de nosotros, Sus hijos, como fuerza eminente, como la más privilegiada expresión de la libertad humana. Czeslw Mislosz, Premio Nobel de Literatura en 1980, cristiano polaco resistente al nazismo y al comunismo, es decir, a lo mismo y a los mismos, mantenía que “lo que empieza con una mentira será siempre una mentira”. La democracia no es posible sin la verdad. O es posible a cambio de convertirse en una farsa gigantesca. Pero, sobre todo, alertaba acerca de la que él denominaba “la gran trampa del siglo XX”: la pretensión de llevar a la práctica cualquier forma de verdad científica 18 . La necesidad humana de “andar en verdad” transitaba desde su consustancial espacio trascendente hacia el culto cientifista, es decir, supuestamente cientifista. Y ya Giovanni Papini alertaba contra la tentación de pensar que la realidad se reduce al conocimiento que se recoge en los libros 19 . La democracia no es ajena a la falsedad. Pero existe un peligro adicional: la autocomplacencia, la felicidad democrática, la instalación en la creencia democrática, la conversión de la democracia en una forma alternativa de religión, de creencia buenista y pietista. La felicidad democrática es tan peligrosa como todo exceso de felicidad. Los antiguos desconfiaban muy especialmente de una dicha demasiado constante. La 17 MAURIAC, F.: Mis Recuerdos. Barcelona. 1960, p. 152. Vid. CAMUS, A.: Cartas a un amigo alemán. Barcelona. 1995, p. 49. 18 MISLOSZ, C.: El poder cambia de manos. Barcelona. 1981, pp. 138 y 210. 19 PAPINI, G.: Un hombre acabado. Palencia. 2014, p. 22.

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