Yo soy cristiano: Identidad, misíon y testimonio ¿Quién soy? ¿Por qué lo soy? ¿Cómo lo vivo?

30 actas del quinto congreso católicos y vida pública colocar la verdad y la moralidad solo en el individuo. Hace tiempo que predijo que el “yo blindado” de la modernidad acabaría llevando a una pérdida de solidaridad y de cohesión social, y haría que se extendieran el escepticismo y el relativismo moral. En fin, que no solo Joseph Ratzinger hablaba de estos temas. En este sentido es urgente una reflexión sobre la conciencia cristiana, sobre la conciencia pública, social, cultural y política a partir de dos convicciones: el ser humano necesita integrar en su vida los horizontes de absoluto que le abren el pensar y al creer, y el creyente debe saber conjugar el universo religioso y el universo secular. Ciudadanía y cristianía son dos vectores no contradictorios sino convergentes, dos líneas de presencia fecunda. Dos realidades que no exigen la exclusión sino que reclaman inclusión en perspectiva histórica. Un reto, por tanto, a la conciencia cristiana y a la inteligencia de la fe. Y, en no menor medida, también a los interlocutores laicos que desde la sociedad civil y pública desean una serena interlocución con el pensamiento cristiano. Un reto por tanto que exige lectura atenta, serena meditación, reflexión en diálogo y comunidad y, por qué no decirlo, oración, silencio creativo. Nuestra sociedad es plural; el pluralismo está presente en la sociedad como un dato de partida. ¿Es posible la convivencia en una sociedad pluralista democrática sin la base de unas verdades básicas que convengamos en afirmar como tales y que sostengan el entramado de la convivencia? La cuestión no es que reconozcamos que deben existir unas verdades, sustento de la convivencia, y una serie de exigencias objetivas que emanen de ese territorio común en el que nos movemos. La dificultad viene en determinar el contenido de esas verdades, cómo se accede a ellas y cómo se ponen en juego en el entramado social. Somos personas firmemente convencidas de los efectos benéficos del diálogo personal y social, comunitario. Pero no de cualquier forma y tipo de diálogo. Es decir, no de los diálogos que no lo son, sino de los diálogos que se rigen por la búsqueda cooperativa, por la pasión en el descubrimiento coincidente de experiencias y afirmaciones. Una invitación a la cultura del consenso “heurístico”, en el que coinciden quienes descubren una verdad anterior y superior a nosotros.

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