Yo soy cristiano: Identidad, misíon y testimonio ¿Quién soy? ¿Por qué lo soy? ¿Cómo lo vivo?
32 actas del quinto congreso católicos y vida pública en su obra? –Pero… ¡Dios mío!, si la idea de Dios es la más racional de la filosofía. –¿No podría explicármelo un poco mejor? –No, evidentemente, no. Es que Dios se dice de muy diferentes maneras, y en España hay la manera especial de usar la palabra Dios como si fuera un pedrusco que le tiran a uno a la cabeza. Ello viene de ese algo muy español, que es el usar las palabras más bellas, más esperanzadoras, más respetables, como si fueran pedruscos”. Pensar sobre el ateísmo hoy significa culturalmente mucho. El ateísmo, según la certera definición de Xavier Zubiri, es “la posibilidad siempre presente en un ser espiritual como es el hombre, y en consecuencia, en un ser potencialmente infinito, o abierto a la totalidad de lo real, de sentirse desligado, independiente, autofundado”. “No se trata –dirá Zubiri más adelante–, por tanto, de negar a Dios, sino de ponerse de acuerdo sobre quién es el que es Dios”. Cuando se estudia el ateísmo se habla de muy diversas realidades, desde la oposición abierta a Dios, a la indiferencia; de la muerte de lo religioso al desencanto. Pero siempre hay una referencia básica a la concepción prometéica, en palabras del teólogo Sequeri, a la evolución del yo pensante, moderno fundamento epistémico del sujeto (autoconciencia) que progresivamente toma la forma del nuevo fundamento antropológico (autodeterminación) y del nuevo fundamento ontológico (autorrealización). La “salida de la religión” –M. Gauchet–, las consecuencias del diálogo entre religión y cultura –Olivier Roy–, o el vaciamiento de G. Vattimo, acompañan el tránsito de una explicación metafísica del mundo a la vía existencial de una interpretación antropológica de la fe. Un camino que la teología reciente ha recorrido como respuesta a la pérdida de reactividad del saber sociocultural en lo referido al reconocimiento de Dios como realidad en la que está el origen de cada cosa y destino del hombre. No he podido resistir la tentación, después de leer hace tiempo Babelia , suplemento cultural del diario El País , de preguntarme qué significa lo que dice el titular de portada de ese suplemento: “Por qué chocan ciencia y fe”, y en el texto interior se preguntaban: “¿Dios contra la ciencia? ¿La ciencia contra Dios?”. Pues… ni Dios contra la ciencia, ni la ciencia contra Dios. Todo lo contrario. Es necesario, desde una adecuada comprensión de la razón y de la fe, en este ámbito de diálogo, apostar por la “y”. Dios y la ciencia. La ciencia y Dios.
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