Yo soy cristiano: Identidad, misíon y testimonio ¿Quién soy? ¿Por qué lo soy? ¿Cómo lo vivo?
35 yo soy cristiano: identidad, misión y testimonio concepto que debemos a Juan Pablo II en su Novo Millenio Ineunte , (n.50). El papa Francisco es, también, el papa de la imaginación de la pobreza. Si por algo se caracteriza este pontificado es por mantener una referencia constante a los pobres, no para instrumentalizarlos políticamente ni para convertirlos en plataforma de lanzamiento de ideologías y de sistemas. No es cierto que hablar de pobres, de pobreza, de hambre y de injusticia, sea en la Iglesia sinónimo de sumisión al marxismo en versión ideología política humanista. Los pobres del papa, que son los del mundo, son rostros que nos recuerdan que su existencia no es una cuestión de ética social más. Con ellos está en juego la pregunta por Dios mismo. El libro recientemente publicado en España de Gustavo Gutiérrez, evolucionado padre de la Teología de la Liberación, y de Monseñor Gerhard Ludwig Müller, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, con el título Del lado de los pobres , es un ejemplo de buen antídoto contra el reduccionismo de la presencia de los pobres en la propuesta cristiana y en la teología. Fue el teólogo de la liberación Clodovis Boff, hermano de Leonardo, quien confesó al diario brasileño La Folha de S. Paulo , “que habría sido mejor tomar en serio la crítica de Ratzinger”. Y añadía: “En los dos documentos publicados, Ratzinger defendió el proyecto esencial de la Teología de la Liberación: el compromiso con los pobres como resultado de la fe”. De las palabras del papa sobre la pobreza no se deduce que su propósito sea que la Iglesia se dedique primariamente a luchar contra la pobreza, como una ONG más. Más bien insiste en que la Iglesia debe identificarse con la pobreza y con el espíritu de austeridad, que, por cierto, caracteriza su vida. No estaría de más recordar que el 16 de noviembre de 1965 el cardenal Lercado y un grupo de obispos, en las catacumbas romanas de Domitila, hicieron una apuesta en favor de la “Iglesia de los pobres”, según la idea de Juan XXIII en su mensaje del 11 de septiembre de 1962. En aquel 16 de noviembre de 1965, ya en los últimos compases del Concilio Vaticano II, treinta y nueve obispos se reunieron, durante la madrugada, en las catacumbas de santa Domitila para celebrar la misa y firmar, en secreto, el “Pacto de las Catacumbas”. Conocemos el nombre de los firmantes por un documento que se conserva en los archivos del que fuera obispo de Tournai, el belga monseñor Charles Marie Himmier. El liderazgo
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