Yo soy cristiano: Identidad, misíon y testimonio ¿Quién soy? ¿Por qué lo soy? ¿Cómo lo vivo?
40 actas del quinto congreso católicos y vida pública afectos como fuerzas que condicionan nuestra forma de comprender y de comportarnos. Ahora se habla del ascenso del “hombre- emocional”; se comentan los neurothrillers y en el cine se desarrolla la “participación sentimental” de los espectadores. Estamos, por tanto, inmersos en el giro afectivo de nuestro tiempo, que acaba con el dualismo entre razón y corazón y entroniza los deseos. Hay quien ha escrito que la filosofía, con su preocupación por la virtud y la buena vida, ha sido derrotada por la psicología, la neurociencia, la economía y la comunicación. Por eso es, si cabe más que antes, urgente un estudio sobre la virtud de la templanza con un lenguaje asequible y coloquial. ¿Las pasiones son buenas o malas? ¿Por qué tengo que vivir la moderación en lo que me gusta, si no hace daño a nadie? ¿No es antinatural negarse un placer? ¿Por qué siento esa tensión en mi interior entre lo que me apetece y lo que sé que debería y –en el fondo– querría hacer? ¿Hay alguna forma de superar esa falta de libertad interior, que provoca tanta ansiedad? ¿Es el pudor un convencionalismo o algo natural? ¿Cuál es el papel de los sentimientos en la educación moral? ¿Por qué es necesariomoderar la ira, la curiosidad, la obsesión por la fama y el quedar bien, el apego a lo material? ¿Cómo lograr el dominio del propio carácter? H. Sienkiewicz describió el choque que suponía la llegada del mundo cristiano al mundo pagano en las dimensiones personales como pocos. En su novela Quo vadis? narra cómo el tribuno Vinicio descubrió las virtudes contemplando a la joven cristiana Ligia: “Al contemplar su perfil delicado, sus pestañas caídas lánguidamente, sus manos cruzadas sobre la rodilla, en medio de aquel ambiente de pureza y de humildad que la ordenaba, sintió Vinicio nacer en su alma de pagano la idea de que, al lado de la belleza corporal, tal como la entendían los griegos y latinos, surgía otra nueva hermosura, casta y purísima, vivificada por un nuevo espíritu inmortal”. La globalización es un fenómeno complejo, poliédrico, sobre el que hay que tener ideas claras. Máxime cuando afecta a órdenes muy diferentes de la vida e interpela de lleno a la conciencia cristiana. El papa Francisco es, sin lugar a dudas, un faro que ilumina con su palabra los criterios con los que afrontar esta realidad. Incluso se
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