Yo soy cristiano: Identidad, misíon y testimonio ¿Quién soy? ¿Por qué lo soy? ¿Cómo lo vivo?

72 actas del quinto congreso católicos y vida pública los nacionalismos, los fascismos, el comunismo… se prolongan hoy en proyectos legales o científicos que siguen despreciando la dignidad humana. La manipulación de embriones, las leyes de aborto y eutanasia o los experimentos genéticos, son claro ejemplo de ello. ¿Pero acaso puede verse todo esto como un amanecer, podrá preguntarse alguno? A mi modo de ver, sí. No porque todos esos abusos sean algo digno de elogio, sino porque cuanto mayores son los abusos y desprecios contra la vida humana, mayores son las posibilidades que tenemos los cristianos de proclamar al Dios de la Vida que ha venido a salvar a todos los hombres. La política, el derecho o la ciencia ya no son instancias que afirmen que defienden al hombre. Se autojustifican como un sistema cuya legitimidad no depende más que de sí mismo. El gran reto para los cristianos es proclamar, en esa carencia tan radical, que creemos en un Dios que salva. Como los primeros cristianos, y en este sentido nuestro mundo se parece al del primer milenio. La conocida sentencia de Tertuliano en el siglo II en el Apologético (39, 7) que señala a los cristianos diciendo: “Mirad cómo se aman” es una proclamación del modo en que entonces la mirada de fe, hecha vida, cambiaba todos los parámetros (filosóficos, políticos, legales, económicos, etc) de un mundo en decadencia. Pero esto que podemos decir a propósito de las leyes y de la ciencia, lo podemos afirmar también de la economía. El día 4 de febrero recibía el papa Francisco en San Pedro a miles de representantes de la economía de comunión. En su alocución les señalaba cómo la síntesis que ellos proponen con su modo de vivir la empresa es el mejor anuncio de un modo nuevo de hacer las cosas. Les decía que el capitalismo conoce la filantropía, pero no la comunión. Es decir, el sistema económico de la Modernidad pone en el centro la libertad del individuo, no la perfección de la persona. Por lo tanto, la mejor manera de ofrecer una alternativa a la crisis económica no es la de criticar sin proponer, desde luego, pero tampoco la de moverse como un péndulo dentro del mismo esquema en crisis, solo modificando algunos aspectos parciales del mismo. La solución viene de mirar con ojos nuevos esa realidad económica. Y desde luego que la propuesta de la economía de comunión lo hace. Es una mirada cristiana sobre la actividad empresarial para renovarla desde dentro. En su discurso

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