Yo soy cristiano: Identidad, misíon y testimonio ¿Quién soy? ¿Por qué lo soy? ¿Cómo lo vivo?

85 yo soy cristiano: identidad, misión y testimonio ii. liderazgo como escuela de verdad, es decir, de vida y de libertad Formar para el liderazgo equivale a la afirmación rotunda de la verdad y de la belleza de la vida. La pregunta que tanto Albert Camus en El mito de Sísifo como Giovanni Papini en Un hombre acabado formulaban en el principio en sus libros, pero además a modo de interrogante fundante de la existencia, si la vida merecía la pena de ser vivida, se convertía en respuesta rotunda en el escritor florentino, cuando sostenía que la tarea de las formas de creación era ni más ni menos que enseñar a vivir. Y un ilustre compatriota de Papini, cuyo centenario del nacimiento celebramos el pasado 2016, (y algunos, como yo, con especial énfasis) como Aldo Moro, adjudicaba la misma tarea a la política, sosteniendo que la primera misión de la actividad pública, y no digamos de sus protagonistas, era mostrar la verdad y la belleza de la vida. Nuestra vida no es un proceso mecánico. Nuestra vida no es un hecho obvio. Nuestra vida es un regalo de Dios. Y no tiene sentido más que en la donación. Incondicional donación. Por eso, cuando se trabaja con estudiantes, en mi caso siempre de primer y segundo año de los estudios de grado, es decir, de entre 17 y 20 años, se debe estar abiertamente en guardia contra ciertos discursos. Sin angustias ni alarmismos, pero sí con atención y rigor. El poeta español Leopoldo María Panero sostenía en El desencanto (1976) de Jaime Chávarri, una de las películas más representativas de la Transición española, que “todo goce comienza en la autodestrucción”, siguiendo a Antonin Artaud, y su convicción de que “yo me destruyo para saber que soy yo, y no todos ellos”. La postverdad en la que, sostienen algunos, estamos ingresando en principios, ideas, y actitudes, se nutre también del “malditismo”, del nihilismo, de la desesperanza explícita. Un hermano de Leopoldo María, Juan Luis Panero, añadiría que “vivir es ver morir”. Pero, en cambio, si como decía también Vasili Grossman, “vivir significa ser un hombre libre”, el liderazgo consiste, esencialmente, en formar para la vida o, lo que es lo mismo, para la libertad. Sin embargo, no hay libertad sin inteligencia y sin comprensión. Y, no digamos, no hay vida ni libertad sin imaginación. Los cristianos debemos siempre acudir a la imaginación y a la creatividad. La inteligencia y la comprensión no son recursos pasivos. Existen en acción. La inteligencia retirada del mundo

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