Yo soy cristiano: Identidad, misíon y testimonio ¿Quién soy? ¿Por qué lo soy? ¿Cómo lo vivo?

90 actas del quinto congreso católicos y vida pública primer día. El joven abad, por cierto, me hizo un segundo apunte vital, el mismo que él había recibido de su director de tesis en la Gregoriana de Roma: me recordó que la perfección era para Dios. Como universitario, y como persona. Saberme imperfecto, desde esa tarde de otoño de 1989, ha sido la base de mi actividad universitaria. Compartir mi imperfección con mis estudiantes, pienso, con toda franqueza, la base de la plenitud de mi experiencia como profesor, del inmenso reconocimiento y todavía más inmenso afecto que mis estudiantes me han obsequiado siempre. Mi único orgullo como trabajador de la enseñanza. Un pecado, el del profesor que se siente querido, que no tiene perdón, porque no existe propósito de enmienda. No puede pretender compartir sus convicciones sobre el liderazgo quien no comparte su inseguridad y su vulnerabilidad desde el primer instante. Pobre del profesor o del conferenciante que no está agitado en el minuto que comienza su intervención. Entre otros motivos, porque difícilmente podrá agitar a su auditorio. Pero pobre también del profesor que albergue la sensación de que no tiene experiencia, conocimiento y, a ser posible, sabiduría y honestidad que transmitir a sus alumnos. Pobre del hombre que piense que no tiene nada que dar. Alcide de Gasperi decía que el cristianismo, partiendo de la certeza de la imperfección humana, “introducía en la vida espiritual del hombre el esfuerzo por la perfección”, pero no como un anhelo de soberbia, sino como “el esfuerzo por la liberación interior, es decir, el esfuerzo propio de los hijos de Dios”. Y el profesor se esfuerza porque no es uno más en el aula. No es un amigo, ni un paseante, ni un actualizador de teorías, ni un divulgador de perspectivas equiparables entre sí. El profesor debe aspirar a comportarse como lo que es y, por cierto, sus alumnos esperan de él: como un maestro de la verdad. Profesar, en cualquier ámbito vocacional, es aspirar a liderar. Querer hacerlo. Nelson Mandela le dijo a François Pienaar, el capitán del equipo nacional de rugby sudafricano, mítico y poderoso flanker , que liderara con “ejemplaridad e inspiración”. Y, en este sentido, en pleno año “kennedyano”, dos personalidades vinculadas a su administración proponen un más amplio catálogo de tareas que, para el formador

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