Yo soy cristiano: Identidad, misíon y testimonio ¿Quién soy? ¿Por qué lo soy? ¿Cómo lo vivo?

92 actas del quinto congreso católicos y vida pública los sentimientos heridos antes de que se convirtieran en hostilidad permanente; asumió la responsabilidad cuando fueron sus colaboradores quienes se equivocaron; compartió con generosidad el prestigio que ganó; aprendió de sus errores; mantuvo sus propias fuerzas partidarias intactas, y las consolidó; conservó siempre sus propias responsabilidades; valoró la importancia de los tiempos en política; trató de comprender las raíces profundas del poder; y observó un respeto inconmovible por las fuentes de la legitimidad política 10 . LascoincidenciasentreMcNamarayDorisKearnsnosonabundantes. Pero de sus testimonios se desprende una lectura muy homogénea: no establecen específicos cometidos, pero tampoco principios abstractos. Ambos se centran allí donde, según el Fausto de Goethe, cuando trataba de traducir el Evangelio de Mateo, se encontraba el Principio y, por lo tanto, la Verdad: en la Acción. El padre Luigi Sturzo, precursor de los demócratas de inspiración cristiana en Italia, decía que la libertad no es un punto de destino que se gana de una vez y para siempre, sino una conquista cotidiana. Y el liderazgo, como la libertad, se cualifica en el ejercicio constante. Mi visión del liderazgo, sin embargo, es mucho más modesta. Pienso que la medida del liderazgo, para una persona que cree en Dios Padre y, por lo tanto, considera a todos los seres humanos como sus hermanos, es la generosidad; es decir, la generosidad, sentida y convencida, hacia los demás. Y, respecto a uno mismo, la exigencia. Si, como decía François de Menthon, la medida de la identidad aristocrática en el siglo XX, era no reconocer en uno mismo más que obligaciones, y únicamente obligaciones, y no derechos, la medida del liderazgo, en el cristiano, es hoy la convicción en la obligación. Porque no basta con amar. Joseph Roth, el maravilloso escritor austriaco y judío que se convirtió al catolicismo, y que luchó hasta sus últimas energías por el restablecimiento de la monarquía danubiana, decía que los seres humanos, y muy especialmente los cristianos, debíamos “amar con los ojos abiertos”, pero no en forma que el amor nos volviera ciegos. El liderazgo debe también convertirse en un deber, en un imperativo categórico. Tener algo que aportar equivale a la obligación de 10 KEARNS GOODWIN, D.: Team of Rivals. The Political Genius of Abraham Lincoln . London. 2009, pp. 13-15.

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