Yo soy cristiano: Identidad, misíon y testimonio ¿Quién soy? ¿Por qué lo soy? ¿Cómo lo vivo?
94 actas del quinto congreso católicos y vida pública v. final en la capilla brancacci En el silencio transcurrían casi dos terceras partes de la existencia del padre Rodríguez en el Silencio de Sushaku Endo y Martin Scorsese. La relación con Jesucristo subsiste, pero en silencio. Y pienso en la maravillosa gama de sonidos que nos rodean a quienes, como nosotros, habitamos en sociedades plurales en ideas y en creencias, que ofrecen a los cristianos la oportunidad irresistible de la visibilidad, de la presencia pública, del testimonio, la creación, la investigación, la docencia, la palabra, la conversación, y la canción. Nuestra apuesta, como formadores, y como formadores en cuanto cristianos, como docentes que lo somos porque esa es nuestra manera de ser cristianos, y no de ganarnos la vida laboralmente, parte de una obligación esencial y primaria: reafirmar la verdad y la belleza de la vida, pero hacerlo de manera que, para nuestros estudiantes, no quepa la menor duda de que toda la alegría, y la ilusión, y la energía que nos animan, provienen de Jesucristo. En silencio, también, en el Tannahäusser de RichardWagner, Wolfram depositaba todas sus esperanzas de redención en la estrella del atardecer, a la que siempre había contemplado con esperanza y con calidez. Pero también a la que siempre se había dirigido desde el corazón que nunca se había traicionado a sí mismo. Marcel Proust, François Mauriac y Luchino Visconti se sintieron siempre especialmente impactados por la delicadeza con la que un hombre que perseguía la redención de su alma sabía distinguir los signos con los que Dios le mostraba el camino de Su perdón. Pero, hoy, el silencio no es ya una posibilidad. Un gran escritor cristiano llamado Henry Graham Greene recordaba en El factor humano al Chéjov de Las tres hermanas para constatar que las personas felices no acusan el impacto de las estaciones del año o, literalmente, “no saben si es invierno o verano”. Yo leía el libro de Graham Greene en 1980, mientras Ted Kennedy luchaba por la nominación demócrata frente a Jimmy Carter, y oía un disco que había en casa llamado Camelot , el musical de Broadway de Lerner y Loewe, Julie Andrews como la reina Ginebra, Richard Burton como el rey Arturo, y Robert Goulet como Lanzarote del Lago. Un musical que, hace este año cincuenta, en 1967, llevó al cine Joshua Logan, con Vanessa Redgrave, Richard Harris y Franco Nero en los mismos papeles. Y, en la más inolvidable canción del musical, If ever
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