Iglesia, Estado y Sociedad Ruptura y Continuidad 1800-1868

192 que habían ordenado el cese de estos enterramientos, dejaron la puerta abierta a las excepciones. Y ambos fueron sepultados en la Catedral, el primero en una de las bóvedas y el segundo en la capilla de San Pedro Nolasco que hizo labrar a sus expensas para este fin. 26 Había que resolver, además, problemas urbanos y económicos que incidían en la selección del lugar, número necesario en proporción con la población, los materiales de construcción de los edificios y el modo de sufragarlos. La medida tocaba también los derechos parroquiales, emolumentos y limosnas de interés para el clero, ministros de la iglesia y algunas comunidades. Dificultades todas que fueron anticipadas en el Informe de la Academia de la Historia. 27 Después de vencer no pocos obstáculos, que incluían los antesmencionados, y de varios decretos forzando el cumplimiento de la real orden, el cementerio extramuros de San Juan se bendijo el 27 de mayo de 1814 bajo la advocación de Santa María Magdalena de Pazzi (1566-1607, monja carmelita, mística, nacida en Florencia, Italia). Mas eso no significó el fin absoluto de la práctica, como lo evidencia el Bando de policía y buen gobierno del gobernador Miguel López de Baños (1838). En él se “Prohíbe enterrar en la iglesia, ni en sus bóvedas, ni en los campos o cercados inmediatos a ellas que estén dentro de poblados. Se enterrará en los cementerios fuera de las poblaciones, excepto las personas a quienes las leyes y órdenes vigentes excluyen de la norma general”. 28 Cuando se expidió el Bando del gobernador Juan de la Pezuela, en 1849, ya era innecesario recalcar la orden. conclusión La costumbre de utilizar los templos como cementerios tuvo un origen piadoso, amparado en la creencia de que la inmediatez a las sepulturas de los mártires cristianos y al lugar donde se celebraban oraciones y otras devociones extendería la misericordia divina a los difuntos de las cercanías. La propia Iglesia hizo las primeras concesiones que se fueron ampliando y desvirtuando gradualmente hasta culminar en los excesos con los resultados ya descritos. En ese largo proceso de siglos, la Iglesia mostró registros de su dimensión humana e histórica en la que se cruzaron los intereses mundanos. Así, los desniveles económicos, los escalafones sociales y la cruda vanidad generaron prácticas funerarias que extendieron las desigualdades de la sociedad hasta la última morada terrenal. Tanto en los ritos y ceremonias fúnebres como en los lugares de enterramiento en los templos, la Iglesia mantuvo las jerarquías 26 Cristina Campo Lacasa, Historia de la iglesia en Puerto Rico . San Juan, Instituto de Cultura Puertorriqueña, 1977, pp.147 y 196. 27 Informe …, p.94. 28 Bando de policía y buen gobierno de Miguel López de Baños, 20 de enero de 1838, capítulo 5, artículo 88, p.25. Archivo Histórico Nacional, Madrid, Ultramar, legajo 2020, expediente 10, número 3. Dra. María de los Ángeles Castro Arroyo

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