Iglesia, Estado y Sociedad Ruptura y Continuidad 1800-1868

28 Sin rey y sin ley, se improvisaron juntas de defensa y de reorganización, y se convocaron Cortes para recuperar el timón del gobierno. El lugar designado para las Cortes legisladoras y reestructuradoras, después de varios proyectos, fue la “isla de León”, es decir, Cádiz, en el extremo sur de la península, y fuera del dominio de las devastadoras milicias napoleónicas. Con todo, las Cortes dieron vida inquieta y multiforme a Cádiz. 26 Por las calles andaba gente de varios puntos, distinguiéndose la turba de los diputados. Entre ellos, Ramón Power Giralt, boricua. El pan amasado en aquel horno legislativo fue la Constitución, promulgada el 19 de marzo de 1812. No vale la pena, ni es posible, analizarla. A simple ojo resulta farragosa y compleja. En su elaboración participaron ideólogos de las tendencias más variadas, incluso numerosos clérigos, unos tradicionales, otros afrancesados. En la Constitución hay tres artículos clave: la declaración de la religión católica como iglesia del estado; el recorte a la monarquía del Antiguo Régimen, absolutista, dejándola en constitucional; en fin, una serie de disposiciones de reforma de las estructuras sociales, económicas y eclesiásticas. Éste va a ser el punctum dolens . Por mucho que se celebre y alabe la Constitución de 1812, no hay que silenciar que rezuma influjo de la ideología de la Revolución Francesa, o, dicho en lenguaje sociopolítico, del liberalismo. Lo profesaban muchos diputados. La repulsa a las Cortes y a la Constitución no se hizo esperar. Un diagnóstico negativo y mordaz lo hará, después de un sajador análisis, Menéndez Pelayo. 27 Pero ya en los mismos días de las Cortes las repudiaron preclaros escritores. El más odiado de los constitucionales y más estimado de los opositores, fue Francisco Alvarado, autor de punzantes y galanas Cartas críticas. 28 Era andaluz, nacido en Marchena (Sevilla) en 1756, formado en el colegio – universidad de Santo Tomás, y catedrático en él. Sus cartas se divulgaban y se leían y escocían en el Cádiz de las Cortes. Le azuzaron, y tuvo que trasterrarse a Portugal. Al marchar, dejó en la pared de su celda en el convento de San Pablo de Sevilla, del que era prior, una décima mordaz, dejarretando la Constitución. Por lo menos eso dicen las crónicas. Cada verso es un mordisco: Atar la pluma y la boca, Remachar más nuestros grillos, Gobernar sólo los pillos, Robarnos lo que nos toca; Barrenar la fuerte roca De la fé y la religión, Doblar la contribución, 26 Cf. Ramón SOLÍS, El Cádiz de las Cortes , Madrid, 1958. 27 “[…] aquellas pedantescas Cortes tan tiránicas, impertinentes y arbitrarias”. M. MENÉNDEZ PELAYO, Heterodoxos españoles , t. VI, Santander, Aldus, 1948, pp. 39 – 98; texto citado, p. 87. 28 Cf. Francisco ALVARADO, Cartas críticas, 3 tomos, Madrid, 1825. Rvdo. P. Maestro Dr. Álvaro Huerga Teruelo, O.P.

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