Iglesia, Estado y Sociedad Ruptura y Continuidad 1800-1868

31 Olmedo al arzobispado metropolitano de Cuba vino de obispo a Puerto Rico Pedro Gutiérrez de Cos (1825 – 1833). Natural de Piura (Perú), donde nació en 1750. Era, a la sazón de venir, un venerable anciano, que poseía una brillante hoja de servicio a la Corona y a la Iglesia, y la continuó en Puerto Rico con admirable generosidad: con sus años al hombro, realizó la visita pastoral a la diócesis y logró inaugurar el seminario diocesano, memorable hecho, el 12 de octubre de 1832. 37 Será fragua y forja de formación cultural y moral de clérigos y laicos. 38 Gutiérrez de Cos falleció el 2 de abril de 1833. Y la diócesis quedó sin obispo durante casi 14 años. ¿Qué pasó? Sucedieron muchas cosas. Las principales la muerte de Fernando VII y el fin de la década “ominosa”, a la que siguió otra década, 1834 – 1844, no de monarquía absolutista, sino de monarquía constitucional y de régimen o pulso débil y agitado. Y en cuanto a las relaciones Estado – Iglesia, que es el tema que nos interesa, desgraciadamente horrendo. Los sucesos se suceden sin pausa y sin logros positivos. En 1830 quedó viudo por tercera vez el rey Fernando VII. Noveno de 14 hermanos, había nacido en 1784. Contrajo matrimonio, el cuarto, en 1830 con María Cristina de Borbón, que era sobrina suya. De las tres esposas anteriores no tuvo prole. Ante la posibilidad de que tampoco la tuviese en esta cuarta etapa, pues además de años sobrellevaba enfermedades, pensó que tampoco tendría hijos, y decidió nombrar heredero a su hermano Carlos, cuatro años más joven que él, y de mejor prestancia física y bienquisto de la gente. Se equivocó en la desesperanza de tener hijos, y la jubilosa noticia le impulsó a no dejar ya la corona a su hermano, sino a la criatura que le iba a nacer. Y pensando que podría ser niña, y que en ese caso la ley sálica, dada por Felipe V, no le daba opción a nombrarla reina, abolió la ley y nombró sucesora a la infanta, nacida en 1830. Frisaba la edad de 3 años al morir Fernando VII, 29 de septiembre de 1833. Su hermano Carlos, que se había refugiado en Portugal, se autoproclamó rey, y estalló la guerra- carlista, que va a ensangrentar a España en absurdas guerras, y lo peor de todo a colaborar con la división del país en dos no por gala, sino por secuela de la Constitución de 1812. Cuentan que Fernando VII, por consejo de Calomarde, quiso dar marcha atrás y renovar el decreto de sucesión a favor de su hermano Carlos. La gesta ocurrió, según el cuento, cuando estaba ya en las últimas. Calomarde salía de la alcoba del moribundo con el decreto en la mano, la infanta Carlota, hermana de la reina María Cristina, le arrebató el folio, lo hizo trizas, y le soltó un sonoro bofetón a Calomarde. El abofeteado, intimado, y cortés, pusilánime y servil, musitó el famoso logos: “manos blancas no ofenden”. Los historiadores modernos dicen que todo eso es una fábula. 39 Lo que no es una rumorología sino una verdad fáctica es que la niña Isabel fue declarada y aceptada como reina, y que su madre no sólo la acunase sino también ejerciese como regente. Lo peor no fue sólo eso, la niñez, sino que 37 Cf. HD XI, pp. 65 – 69. 38 Cf. ibid ., pp. 71 – 88. 39 Cf. F. SUÁREZ VERDEGUER, Los sucesos de la Granja , Madrid, 1953. Crisis de las relaciones Estado-Iglesia en Puerto Rico...

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