Iglesia, Estado y Sociedad Ruptura y Continuidad 1800-1868

38 (1844 – 1854), que prepararon el Concordato de 1851, fueron muy beneficiosos para Puerto Rico, última perla en esos años de la corona española en la América del siglo XIX. Concretamente, hicieron posible que se reanudase la sede plena episcopal, interrumpida y vacía desde 1833. El 31 de diciembre de 1847, llegó el obispo Francisco de la Puente, un dominico exclaustrado, insigne por sus letras y por sus virtudes. Desempeño su misión pastoral con celo, con sabiduría, con fruto. Pero lo hizo durante poco más de un año, porque en 1848 fue promovido a la sede de Segovia en España. 51 Le sucedió Gil Esteve y Tomás (1848 – 1854), que ocupó la sede de Puerto Rico seis años, y pastoreó la diócesis con lúcida entrega. 52 Introdujo nuevos módulos de evangelización en la isla, sobre todo en la catequesis y en las aulas. Incluso rompió una lanza por los dominicos, 53 que habían sido faro y cátedra de evangelización de Boriquén hasta que el Estado español los extinguió. De los hechos ejemplares del obispo Gil Esteve me place mencionar la fragante y optimista Relación sobre el estado de la diócesis que envió al papa Pío IX en 1854. En ella describe un país floreciente y una iglesia en remozada primavera. Veamos una paradigmática página, como epílogo del ya largo monólogo: “Ocupada la España con la explotación y mejora de los vastos dominios que poseía en América, tuvo como descuidada la dicha Isla hasta principios del presente siglo, siendo por lo mismo su población de solos unos 136.000 habitantes, y sus productos tan escasos para mantener un solo batallón que tenía fijo para su guarda y a las autoridades, se veía precisada a acudir a las rentas que sacaba de México e isla de Cuba. A proporción que dicho reino quedó sucesivamente desmembrado con la emancipación de tan vastos dominios, miró con más interés la mencionada Isla y su población aumentó considerablemente con la emigración de Santo Domingo, Costa-firme y demás países emancipados, y lo mismo su agricultura de suerte que en 1830 eran más de 300.000 habitantes y sus productos no sólo bastaban a cubrir la manutención y equipo de unos 3.000 hombres que componían la guarnición, sino también todos los demás gastos públicos del Estado. Este aumento progresivo de la población de Puerto Rico y de su mayor cultivo y explotación ha ido creciendo cada día, por manera que no contándose en 1831 más que unas 33 parroquias, hoy día son ya 73 y sus habitantes más de 600.000; y cultivado su territorio en las 2/3 partes, produce abundantes maderas, azúcares, café, algodón, arroz, maíz, tabaco, cacao, ganado vacuno, caballar y de seda, no sólo para su abasto, sino también extraerlos para los otros estados de América y Europa”. 54 ¡Continuidad y floración de la Iglesia, progreso poblacional y rica producción agropecuaria! 51 Cf. HD XI, pp. 95 – 114. 52 Cf. HD XI, pp. 115 –148 53 Cf. Carta a S.M., Puerto Rico, 31 diciembre 1850: AHN, Ultramar , legajo 2033, exp. No. 1. Publicada en HD XI, pp. 135 – 137. 54 ASV, S. Congregationis Concilii Relationes , 658. Publicada en HD XI, pp. 341 – 354; pasaje citado, p. 343. Rvdo. P. Maestro Dr. Álvaro Huerga Teruelo, O.P.

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