Iglesia, Estado y Sociedad Ruptura y Continuidad 1800-1868

48 demostraba que seguía siendo no sólo útil sino, además, funcional. Asimismo, el régimen colonial interpretó la actitud de los puertorriqueños como evidencia clara de su lealtad hacia España, cosa que se ha venido repitiendo constantemente desde entonces. Sin embargo, hay una interpretación alterna del asunto. La importancia de los sucesos de ese año no es tanto que se expulsara a los invasores ingleses, sino que ésta era la primera vez que el pueblo puertorriqueño, o importantes sectores del mismo, aunaban esfuerzos para defender masivamente no a España o a su Rey, sino a su tierra y a su gente. Es decir a “su propia patria”, que era como Juan Ponce de León y Troche se había referido a Puerto Rico a mediados del siglo XVI. Con el correr del tiempo, aquel primer testimonio regionalista había ido fraguando lentamente para evidenciar que no era una expresión aislada de un prominente criollo, sino posiblemente la voz contundente en 1797 de la mayoría de la gente nacida en la Isla. Ya no se trataba de una defensa esporádica que se producía en alguna esquina de las costas del país frente a contrabandistas violentos o extranjeros que desembarcaban para el saqueo, ocasiones en las que los hijos del país siempre habían demostrado su valentía. El año 1797 fue otra cosa muy diferente. No se debió pensar únicamente en enfrentar y salir de un peligro inminente, como era la invasión inglesa, sino que afloró una conciencia nueva por la cual la gente debió tener claro que una victoria de los ingleses significaría la introducción en el país de cambios muy profundos. Se tendría que permutar, por algo desconocido, la forma de ser de la gente, su cultura, su religión, y si se quiere hasta su cosmovisión. A eso, pensamos, no estaban dispuestos los puertorriqueños. Antes de ese año, en Puerto Rico la colaboración, el esfuerzo conjunto y la acción coordinada de la gente se habían producido, fundamentalmente, para enfrentar al gobierno cuando decidía investigar algún asunto del comercio ilegal o perseguir y apresar a los que lo habían cometido. En estos casos, se imponía una conspiración del silencio que contaba con sus propios códigos no escritos, aunque muy conocidos por todo el mundo. Durante el siglo XVIII, la lealtad de los puertorriqueños se había ido deslizando rápidamente entre los dedos de los militares españoles que periódicamente llegaban para mantener el dominio de España sobre el territorio. En 1797, lo que se produjo fue la exteriorización de unamentalidad distinta a la que —a la sombra de los gobiernos militares españoles— había sobrevivido por más de dos siglos. Fue la patentización de un proceso diferenciador que había permitido que los puertorriqueños desarrollaran su propia personalidad y cobraran conciencia de algomuchomás importante: que en realidad los habitantes del país no eran españoles, sino otra cosa –puertorriqueños-, y de que su única patria era la cálida Puerto Rico, no la lejana España. El 1797 representó, pues, un jalón en el desarrollo del carácter y la personalidad de los puertorriqueños. Sin embargo, habría que esperar todavía un poco más para que esa nueva conciencia empezara a dar señas de que, además de un claro sentido de identidad, tenía un contenido ideológico o político. Eso ocurriría a partir del inicio de la Dr. Héctor R.Feliciano Ramos

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