Iglesia, Estado y Sociedad Ruptura y Continuidad 1800-1868

77 que le pertenecían, que se separaran de las correspondientes al fallecido Obispo Arizmendi, y otorgó las suyas a sus herederas, sus sobrinas Micaela y María de Jesús González del Arroyo. 25 Asimismo, la calidad intelectual y el compromiso moral de muchos de los componentes del clero insular hacia la esclavitud fueron muy bajos y los envolvió en preocupaciones y actividades más mundanas que espirituales, 26 ignorando que al esclavo había que tratarlo con humanidad, cristianamente, como hermano en Cristo. Los blancos, en general, reconocían que los negros habían sido sometidos a servidumbre por su bien, a pesar de considerarlo un hecho injusto. Empero, sostenían que la esclavitud era importante para el progreso de la sociedad isleña; sin olvidar al esclavo como un peligro potencial en posibles insurrecciones. 27 La mayoría de los dueños de esclavos creía que sus mejores intereses eran idénticos a los del esclavo, convencidos de la legítima moral del sistema esclavista, aunque admitían que éste, como cualquier otro, era capaz de ser abusado. 28 Los sistemas esclavistas en América estaban organizados con el objeto de explotar al máximo la mano de obra esclava tanto de hombres como de mujeres y niños. La esclavitud era de por vida y trasmitida por vía materna. La legislación española -Código de las Siete Partidas- otorgaba la manumisión a la mujer esclava como compensación al abuso, violación o prostitución de ésta por el amo. Sin embargo, la subordinación de la mujer esclava ante su amo representaba la extensión del poder general del hombre blanco sobre el negro. 29 “La mujer es tan necesaria para el hombre como el esclavo es para su amo,” nos dice el crítico francés Izvetan Todorov. 30 También la legislación reconocía en teoría la protección de la mujer durante el embarazo, aunque la misma no se cumplía porque la mayoría desconocía que tenía tales derechos ante sus amos. Por eso vemos que muchas esclavas embarazadas decidían abortar previamente que dar a luz y otras, debido a la labor ardua que debían hacer en sus lugares de trabajo, les causaría que perdieran el niño antes de nacer. Aun así, la mujer esclava, muy temprano en el siglo XIX, por su condición reproductiva, desde los 15 años ya tenía un valor alto, no menos de 300 pesos. 31 La compra-venta de niños esclavos demuestra que, con certeza, no se promovía el matrimonio entre esclavos, ni se respetaban los lazos familiares que interfirieran con los intereses del amo. Los propietarios, entre ellos clérigos, no 25 AGPR, PNSJ, Eusebio Núñez, fs. 475v-487v, 1837; J.B. Núñez, c. 84-R-492, fs. 147-169v, 1839. 26 Sued Badillo y López Cantos, op. cit, pp.138-140. 27 Ibid., p. 243. 28 Davis, op. cit, p.194. 29 Barbara Bush, Slave Women in the Caribbean Society: 1650-1838. Kingston, Heinemann Publishers, 1990, pp. 23-32. 30 Todorov, op. cit., p. 171. 31 Adam Szásdi, “Apuntes sobre la esclavitud en San Juan de Puerto Rico, 1800-1811”, Separata del tomo XXIII, Sevilla, Anuario de Estudios Americanos, p. 21. La bendita esclavitud: compra-venta de esclavos...

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