Iglesia, Estado y Sociedad Ruptura y Continuidad 1800-1868
86 medio 85 y que querían ser libres. Igualmente se entiende por qué unos esclavos de la Hacienda Quemado, en medio de la desesperación total por conseguir su libertad, tramaran un levantamiento en 1826, junto a otros negros de otras haciendas, para incendiar el pueblo, asesinar a los amos y a todos los blancos, abrir los barracones de esclavos de las haciendas, apoderarse de las armas de la Casa del Rey y saquear las propiedades de Ponce. La sublevación abortó, al ser delatada por uno de los negros. Los conspiradores fueron ejecutados públicamente, entre ellos 9 de Quemado. 86 No existe evidencia de que Gutiérrez, ni siquiera por su condición de religioso, abogara por salvarles la vida a sus esclavos y, en vez, los enviara a prisión. ¿Por qué no lo hizo? Esto suscita muchas interrogantes y dudas en cuanto a la forma de actuar que se espera de un clérigo ante tal situación. No obstante, también hay que pensar que era conveniente para los propietarios, aun los clérigos, actuar con dureza, con este tipo de acción o castigo, que servía como escarmiento para amedrentar a futuros conspiradores. La Hacienda Quemado tendría, en 1830, no menos de 110 esclavos propiedad del presbítero Gutiérrez del Arroyo para producir 5 mil quintales de azúcar en 90 acres de tierra, 87 con un valor de 100 mil pesos. 88 En 1833, el presbítero tenía 114 esclavos en Quemado: 57 hombres mayores, 17 hombres menores, 18 mujeres mayores y 22 mujeres menores, 89 con un valor de no menos de 50 mil pesos. Así, vemos que el valor de los esclavos en una hacienda representaba lo de mayor valor monetario. Gutiérrez contaba desde 1824, con otros 13 esclavos para el trabajo doméstico en su residencia ubicada en el centro de San Juan, 90 valorados en 5,600 pesos. Esto nos ofrece el abultado caudal en esclavos que poseían algunos clérigos en la Isla. Sin embargo, Gutiérrez, mientras fue párroco de la Iglesia de Ponce durante 66 años, dio la libertad a pocos esclavos de su propiedad; a otros los cedió o legó a distintas personas en sus testamentos, a la hora de su muerte, lo que demuestra que el esclavo era un capital muy preciado, por lo cual no era rentable darles la libertad, y menos la liberación plena. De veinte esclavos que poseía en 85 Morales Carrión, op. cit., Auge y decadencia, p. 44. 86 Cayetano Coll y Toste, Historia de la Esclavitud Negra en Puerto Rico. San Juan, Sociedad de Autores Puertorriqueños; Imprenta Barcelona, Tipografía, Miguza, 1969. Cayetano Coll y Toste, Boletín Histórico de Puerto Rico (14 tomos). San Juan, Tipografía Cantero, Fernández y Co., 1925, t. III, pp. 347-349. Pedro Tomás de Córdova, Memorias geográficas, históricas, económicas y estadísticas de la isla de Puerto Rico (6 tomos). San Juan, Instituto de Cultura Puertorriqueña, 1968, t. V, pp.106-113. Pérez Vega, op. cit.,p. 55. Guillermo Baralt, Esclavos rebeldes: Conspiraciones y sublevaciones de esclavos en Puerto Rico (1795- 1873). Río Piedras, Ediciones Huracán, 1981. 87 George Dawson Flinter, Examen del estado actual de los esclavos de la Isla de Puerto Rico. Nueva York, Imprenta Española del Redactor, 1832 (traducción libre), San Juan, Instituto de Cultlura Puertorriqueña, 1976, p. 181. George D. Flinter, An Account of the Present State of the Island of Puerto Rico. London, Longman, 1834. 88 AGPR, PNSJ, c. 158, Pedro Escalona, fs. 553-652v, 1831. 89 AGPR, PNP, fs. 191-204, PNSJ, Juan B. Núñez, fs. 138-139, 1833. 90 AGPR, PNP, f. 15, 1824. Dra. Ivette Pérez Vega
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