Iglesia, Estado y Sociedad Ruptura y Continuidad 1800-1868

94 era poseedor de esclavos. Para 1811 tiene varios esclavos en su hacienda en San Juan, sin embargo, es más dadivoso que los clérigos anteriores. A la mulata Rosa le lega la libertad más le entrega 50 pesos. 134 Dr. Szásdi sólo encontró dos testamentos de sacerdotes, dueños de esclavos sin cláusula de manumisión: el del Dr. D. Miguel de Andino, de 1808, Provisor y Vicario General y en Segundas de la Diócesis, quien poseía dos esclavos y estarían con el clérigo hasta su muerte; y el testamento del Dr. Manuel Francisco Lescano de 1811, cura párroco del partido de Caguas y sobrino del Racionero Espeleta, dueño de cinco esclavos. Lescano falleció el 17 de abril de 1811 y testó en su lugar, el 14 de junio siguiente, el Canónigo Licdo. Nicolás Alonso de Andrade, mediante poder otorgado por Lescano el día anterior a su fallecimiento, sin orden de manumitir a sus cinco esclavos. 135 observaciones La esclavitud probó ser una fuerza e influencia que, por cinco siglos permeó, envolvió y tocó la vida del pueblo puertorriqueño. 136 La aprobación de la esclavitud por todos los grupos sociales, la Iglesia y el gobierno es evidencia de su indiscutible trascendencia permanente en el pueblo durante el siglo XIX. Tampoco es cuestionable la aportación africana al desarrollo de nuestra sociedad. La ley, la Iglesia y el pueblo pusieron pocos impedimentos en contra de la esclavitud porque se beneficiaron plenamente de ésta. La esclavitud negra como una cuestiónmoral tenía que haber sido repudiada, ya que no debió permitirse que ningún hombre sufriera esta condición. Fue injusto que una raza la padeciera. 137 Sin duda, la esclavitud no debió ser aceptada por la conciencia de la Iglesia. Es irónico que, sin la esclavitud, Puerto Rico no se hubiese desarrollado, sobre todo económicamente, durante el siglo XIX. La investigación demuestra la participación del clero como traficantes de negros en sus innumerables compra-ventas y otras transacciones que llevó a cabo relacionadas con esclavos durante ese siglo. Asimismo, ilustra el eterno dilema del religioso, un ser cristiano y moral, por su egoísmo, conveniencia e interés económico, de preservar sus posesiones esclavas ante momentos en que, pudiendo ser generoso y liberar a sus esclavos, muy raras veces lo hizo. La libertad de un esclavo se obtendría únicamente tras la defunción de su amo o después de la de un pariente, en general más joven, a quien el otorgante legaba o donaba al esclavo en testamento, implicando, la mayoría de las veces, la esclavitud eterna. La libertad gratuita se dio muy pocas veces. Los clérigos que liberaron a sus esclavos por 134 Ibid., p. 34. 135 Ibid., p. 34. 136 Tannenbaum, op. cit, p. 118. 137 Ibid., pp. 110-112. Dra. Ivette Pérez Vega

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