Creer y actuar para renacer
27 crecer y actuar para renacer se hace presente en su novela interfiriendo en la historia, episodios y aventuras del hidalgo y su escudero. Empezando por el hecho de que en la biblioteca de don Quijote existe un libro de Cervantes, La Galatea , publicado hacía muchos años (1585), su única publicación extensa antes del Quijote. El cura, que es un lector ávido y competente, conoce al autor: “Muchos años ha que es grande amigo mío ese Cervantes, y se que es más versado en desdichas que en versos” 9 . En el espejo de sus protagonistas aparece el genial manco de Lepanto como un hombre no solo versado en desdichas y versos sino también en cosas de moral y en asuntos de la fe. Se puede decir de Cervantes –así dice don Salvador Muñoz– que no era “un escriturista, ni un teólogo o moralista, estrictamente dicho; pero tenía de la Sagrada Escritura, del dogma cristiano y de su moral un conocimiento extenso y profundo, ajustado y preciso, a un nivel más elevado que el usual en un ingenio lego” 10 . Demos un salto en la relación entre don Quijote y el papa Francisco. ¿Cuál es el asunto y tema de esta obra? Antes de responder a este interrogante con las palabras que el propio Cervantes estampo en el prólogo de su libro, podemos recrear la situación literaria de la época recordando que S. Ignacio de Loyola, el fundador de la Compañía de Jesús –así lo confiesa en su biografía– era muy aficionado a los libros de caballerías. Al igual que santa Teresa de Jesús, conoce el Amadis de Gaula, el mas famoso y original de los libros de caballerías en la España del siglo XVI, que tenía don Quijote en su biblioteca. Este y otros libros del género habían inflamado la mente y perturbado el juicio del hidalgo manchego. Es la clase de libros que solicito durante su convalecencia el gentilhombre Íñigo de Loyola herido de gravedad en Pamplona. Pero en la sobria casa de Azpeitia no había aquellos libros, así que recibió en su lugar el Flos sanctorum , las vidas de santos, y la Vida de Cristo del Cartujano, que propiciaron su conversion. Después de abandonar la casa solar de Loyola, venciendo las resistencias de su hermano, y después de saldar algunos asuntos pendientes, encontramos a este peregrino en Monserrat, dispuesto a velar armas a la manera de los caballeros andantes, pero para 9 Ibid., Lib. I, Cap. VI, 94. 10 Muñoz Iglesias, S. (1989): Lo religioso en El Quijote, Toledo, 22.
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