Creer y actuar para renacer
36 actas del sexto congreso católicos y vida pública para el santo pueblo fiel de Dios, a la vista de las “tensiones bipolares propias de toda realidad social”. La explicitación de esos cuatro principios ha de buscarse en la conferencia que pronunció, el 16 de octubre de 2010, con ocasión de la XIII Jornada Arquidiocesana de Pastoral Social, “Hacia un bicentenario en justicia y solidaridad 2010-2016. Nosotros como ciudadanos, nosotros como pueblo”. Allí, puso en relación esos cuatro principios con la realidad de la nación argentina, tomando como punto de partida el legado de la historia reciente, con muchas heridas y cuestiones no resueltas: inestabilidad crónica y enfrentamientos, dictaduras militares, la guerra perdida de las Malvinas, la crisis económica y la depresión (2001-2002). De fondo queda el ideal de una “cultura del encuentro”, que se fundamenta en una visión del ser humano que quiere superar el individualismo asocial y amoral en aras de recuperar la dimensión relacional y llegar a ser ciudadanos en el seno de un pueblo. Se trata, por tanto, de un proceso, de un trabajo laborioso, que viene iluminado por los cuatro principios mencionados. El cardenal de Buenos Aires los explicaba desde esta consideración previa: llegar a construir un proyecto común supone que se puedan resolver estas tres tensiones bipolares, la tensión entre plenitud y límite; entre idea y realidad; entre global y local. La plenitud es la voluntad de poseerlo todo, mientras que el límite es la pared que se pone delante. La plenitud es esa atracción que Dios pone en el corazón para que vayamos hacia aquello que nos hace libres, es la utopía hacia el bien común. Pero el límite nos frena y echa hacia atrás. En esa tensión bipolar, el tiempo se relaciona con la plenitud como expresión del horizonte, mientras que el momento lo hace como expresión del límite. El ciudadano vive en tensión entre la coyuntura del momento leída a la luz del tiempo, del horizonte. De ahí se derivan dos de los principios ya enunciados: en primer lugar, el tiempo es superior al espacio, porque el tiempo inicia procesos mientras que el espacio los cristaliza; uno de los pecados de la actividad sociopolitica consiste en privilegiar los espacios de poder sobre los tiempos de los procesos. En segundo lugar, la unidad es superior al conflicto, es decir, si uno se queda en lo conflictivo de la coyuntura pierde el sentido de la unidad; el conflicto hay que asumirlo y vivirlo. Hay varias formas de situarse ante
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