Creer y actuar para renacer

56 actas del sexto congreso católicos y vida pública Un huracán es un evento anunciado con suficiente anticipación. Y con la historia de huracanes siendo nosotros autopista de esos eventos, los sabios se solían preparar para que cuando nos azotara la tormenta nos acostáramos a dormir hasta que pasara. Las casas más antiguas, que aunque tenían techos de zinc, sus planchas de metal morían dentro del muro, no formaban un alero fuera de él. El agua se recogía en drenajes que vaciaban en una cisterna. Las ventanas, aunque de delicadas persianas y vitrales, afuera con unas resistentes rejas, eran además cubiertas y protegidas exteriormente por unas ventanas sólidas que se cerraban con una tranca y que, no sé por que razón, se llamaban tormenteras. Igual así las puertas. Claro, teníamos quinqués, velas, anafres, y fogones donde se cocinaba con leña. Algunas de esas casas viejas existen aún. Aunque no podíamos evitar el desastre, teníamos la capacidad de evitar muchas de las consecuencias del desastre, capacidad que no parece existir hoy.

RkJQdWJsaXNoZXIy NzUzNTA=