Cristianos en salida, santos del presente

102 actas del vii congreso católicos y vida pública El ser maestro hoy implica una Misión en la Iglesia Los laicos que desempeñan, con su dedicación particular la misión de enseñar, ocupan en la Iglesia un lugar preponderante. Los laicos maestros cristianos que hayan escogido la Escuela como lugar de sus “deberes y ocupaciones” (LG 31, b) deben sentir que “allí son enviados por Dios, para que, desempeñando su propia profesión y guiados por el espíritu evangélico, contribuyan a la santificación del mundo desde dentro, a modo de fermento”. (LG 31, b) El maestro cristiano, en consecuencia, es un “evangelizador “de sumundo. Pero, al mismo tiempo, es un “evangelizado” por la Iglesia. Necesita, por tanto, de la Palabra de Dios leída e interpretada por la Iglesia, del perdón recibido y del pan compartido en la Iglesia. Asimismo, a través de ellos, el mundo de la educación recibe las riquezas de la Iglesia: a Cristo, “camino” que conduce al Padre; “verdad” que triunfa sobre el error y la obscuridad; “vida” que da sentido a nuestra vida y que vence a la muerte. El amor de un Dios que da hasta su propia vida por salvarnos. Por ello, los maestros del Perú son en la Escuela “sal de la tierra y luz del mundo”, miembros de la Iglesia, fieles de Cristo, comprometidos en la construcción del Reino en su dimensión temporal. (Puebla 787) La pedagogía de Jesús es el camino para que la comunidad educativa ayude a que las nuevas generaciones elaboren su proyecto de vida personal y comunitario. Como se desprende del diálogo de Cristo resucitado con los discípulos de Emaús (Lc.24). La Escuela Católica debe poner en práctica una pedagogía del encuentro, del discernimiento, del acompañamiento y del testimonio. Esta pedagogía de Jesús es la del Maestro, que se acerca existencialmente al otro, que sabe adaptarse a los procesos personales (pedagogía de la humildad y de la paciencia), que reconoce y valora la riqueza y la experiencia de los otros, que manifiesta una actitud de escucha, que instruye, que educa en la libertad responsable, que acompaña en la definición del proyecto existencial, que en cada comunidad descubre y disfruta de la multiplicidad y diversidad de los talentos y carismas personales, que enseña iluminando con la Palabra y el testimonio de vida. (Aparecida 35-36).

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