Cristianos en salida, santos del presente

20 actas del vii congreso católicos y vida pública Después de un profundo análisis de los cinco hitos históricos que han sacudido la civilización occidental: la crisis filosófica del XIV, la Reforma protestante, la Ilustración, la revolución industrial y la revolución sexual, plantea el modelo de vida benedictino como regla para un cristianismo que asume la tradición de las primeras comunidades cristianas y que se vuelca en recuperar lo que Romano Guardini definiría como “el esfuerzo por volver a encontrar la verdadera relación con la verdad de las cosas, con las exigencias de su intimidad más honda y, en último término, con Dios”. La estrategia que propone Dreher, que en no pocas ocasiones suena a la de John Senior y su restauración de la cultura cristiana, está, sin lugar a dudas, pensada desde la evolución de la experiencia cristiana norteamericana en donde se da una transversalidad de comunidades cristianas que tienen centros comunes. También recopila Dreher una experiencia de Europa, en particular la de la comunidad italiana de Tipi Loschi en San Benedetto del TronTo. En su modelo, hay afirmaciones sobre actitudes y núcleos de forma de vida que son de sentido común. Por ejemplo, el valor de la oración, de la liturgia, del sacrificio, del trabajo. Interesante es el capítulo dedicado a una nueva política cristiana, una “política apolítica”, teniendo como referencia, en gran medida, el pensamiento de Václav Havel y su ensayo sobre el poder de los sin poder. Aunque nuestro autor se define como conservador, es consciente de que Trump no va a solucionar el declive cultural norteamericano dado que él mismo es un síntoma del problema. El poder político ya no es un desinfectante moral. De entre las prioridades de la política nueva que plantea está la defensa de la libertad religiosa, el gran problema al que se enfrentan los cristianos en las sociedades secularizadas. El trabajo en pos de la libertad religiosa es una de las grandes tareas de la opción benedictina, una libertad que pueda hacer posible que los cristianos seamos nosotros mismos y cimentemos nuestras instituciones. Y aquí introduce conceptos interesantes como el de “polis paralela”, que acaba con esa idea, tan extendida en cierto cristianismo, de que la política puede solucionar los problemas culturales y religiosos. La solución pasa, por tanto, porque la Iglesia sea Iglesia, el redescubrimiento de la tradición, la adoración litúrgica, solventar la

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