Cristianos en salida, santos del presente

22 actas del vii congreso católicos y vida pública que representa el papa Francisco, y que es clave para la construcción de un mundo más humano. Me refiero a la problemática de la corrupción como un ejemplo y síntoma de la pérdida de un futuro para todos. La insistencia con la que el Papa Francisco habla sobre la corrupción no es una obsesión porteña, ni una asignatura pendiente del cono sur que extrapola al resto del universo. La corrupción, una de las preocupaciones principales de los españoles según las últimas encuestas, es el apocalipsis de la política, de la economía, y si me apuran, también de la Iglesia. No han sido pocas las definiciones que el papa Francisco ha utilizado en los últimos tiempos para explicar qué es y qué significa la corrupción. Se ha referido al mal olor de la injusticia, la idolatría del dinero y del poder, a la mundanidad espiritual, a una “forma de blasfemia”, un “camino de muerte” y ha utilizado los sinónimos de opresión, esclavitud, mediocridad, torpeza, hipocresía, indiferencia. Ha llegado a decir que es una forma de blasfemia que hace del dinero un dios, del bienestar un dios y del abuso un dios. Es suya también la frase: “Son los pobres quienes pagan la fiesta de los corruptos. La cuenta les llega a ellos”. La corrupción, y el sistema que crea, del que vive y se retroalimenta, es una categoría que hoy explica el mal en el mundo, el pecado. Desbarata el orden de la naturaleza, el orden social, el orden de las relaciones, sustituyendo el bien común por un interés particular que contamina toda perspectiva. Hay muchas formas de corrupción y muchas maneras de practicarla. Todas ellas tienen algunas características comunes, como la de la doble vida, la “inmundicia barnizada”, y en no menor media, la hipocresía, esa voluntad de mostrarnos distintos de los que somos y de lo que pensamos. Una nota que, como insiste el cardenal Peter A. Tukson en su reciente libro Corrosión. Combatir la corrupción en la Iglesia y en la sociedad (Editorial Palabra), es particularmente nociva dentro de la Iglesia. Lo que más teme la hipocresía es la verdad. Quizá por esto el papa, este mes, ha pedido a la “Red Mundial de Oración por el Papa” que rece “para que aquellos que tiene algún tipo de poder no se dejen dominar por la corrupción”. A medida que pasa el pontificado del papa Francisco se extiende, en determinados sectores, una cierta inseguridad sobre lo que hace y dice el papa. Inseguridad que se formula de diversas maneras. Una de ellas es

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