Cristianos en salida, santos del presente
34 actas del vii congreso católicos y vida pública su encubrimiento, ha aclarado que cambiar el liderazgo sin cambiar la cultura no es adecuado. Más allá del pecado particular que convierte en abusador al que tiene que proteger (el consagrado), el encubrimiento ha convertido en ámbito abusivo y corrupto lo que debe ser el ámbito sanador, la Iglesia institucional. Por eso invita a los obispos a hacer un ejercicio de memoria, diciendo que sería irresponsable no ahondar en busca de las raíces y las estructuras que permitieron que estos acontecimientos concretos se sucedieran y perpetuasen. Propone que la Iglesia chilena perdió su centro en Cristo, y puso a sí misma, es decir a la institución, al centro. O sea, cayó en una idolatría que la hizo perder su misión y su identidad. ¿Y cómo se manifiesta esa pérdida del centro eclesial? En la desconexión de la institución del pueblo de Dios. Cuando ponía a Cristo en el centro, la Iglesia chilena evangelizaba. Era profética, valiente, comprometida con los pobres, y humilde, cercana al pueblo, confesaba sus pecados, era alegre. Pero dejó de pedir perdón, dejó de evangelizar, dejó de identificarse con los pobres, dejó de construir una sociedad más humana, y en vez de ello adoptó una psicología de élite, una visión clericalista. Empezó a vivir para sí misma. Se olvidó del pueblo de Dios. Se desenraizó de Dios en el pueblo. Y se volvió abusiva. Al final de la carta que entregó a los obispos chilenos, Francisco habla de la “sinodalidad”, cuando advierte a los obispos a evitar el mecanismo del chivo expiatorio. Los invita más bien a asumir “colegialmente, en sinodalidad” la tarea de la conversión. En su carta al pueblo de Dios de Chile hace lo mismo. No busca explotar los fracasos de los líderes canalizando la rabia de la gente contra ellos, sino que invita a la gente a asumir el papel que el clericalismo les ha negado. Dice que quiere “invocar la unción que como Pueblo de Dios poseen”. Los invita a ser protagonistas de una renovación y conversión eclesial que sea sana y de largo plazo. Porque, como ha explicado a los obispos de Chile, en el pueblo fiel reside “el sistema inmunitario de la Iglesia”. 5 Si el pueblo de Dios es el lugar teológico de la sanación de la Iglesia, las víctimas son la voz profética que clama por el cambio. En la carta al Pueblo de Dios de todo el mundo que sigue el informe del Gran Jurado de Pennsylvania, Francisco explica que la voz de las víctimas fue por mucho tiempo ignorada, callada o silenciada, pero su grito fue más fuerte que 5 GE #59
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