Cristianos en salida, santos del presente
43 cristianos en salida, santos del presente Decidí desde muy niño ser médico. Quería ser como mi padre. Él fue obstetra y ginecólogo. A pesar de tener práctica privada en las tardes, le dedicaba el 50% de su tiempo al sistema de salud pública trabajando todas las mañanas en las clínicas materno infantiles del Hospital Universitario de Río Piedras. Allí atendía, junto a otros médicos igual de comprometidos con las pacientes de la población médico indigente del área metropolitana antes y después del parto, y con el mayor grado de profesionalismo y compromiso social. Mi idea de la medicina era que hubiera un balance entre sacrificio, servicio, recompensa y respeto. Mis mentores me enseñaron a poner siempre por delante de cualquier otra consideración el interés y las necesidades de los pacientes, aun si esto implicaba actuar en contra de mis propios intereses económicos. Atender al paciente con altruismo. Para mí, esta es una regla inviolable que como profesional y como católico llevo cada día. Desafortunadamente, este ideal va en contra de los intereses de las aseguradoras y de la política pública del gobierno. El modelo de salud que estableció la Reforma de Salud perjudica económicamente al proveedor que pone la salud del paciente por delante de los intereses económicos del sistema. Al médico se le asignó un presupuesto con el cual tiene que sufragar todos los servicios de salud que reciben sus pacientes asignados. No se establecieron mecanismos de supervisión ni métricas para documentar parámetros de calidad de servicios. La ganancia para el médico es el sobrante que este logre retener de su presupuesto asignado para el manejo de sus pacientes. Este concepto creó un grave conflicto de interés entre el médico y el paciente, afectando adversamente la toma de decisiones del proveedor de salud. Mientas más servicios reciba el paciente, menos retendrá el médico como pago por sus servicios. En muchos casos, los médicos altruistas fueron desplazados del sistema ya que, aun tratando de ser prudentes en sus gastos, no lograban ganancia neta y algunos terminaron debiéndole al sistema. Este modelo creó una oportunidad para que algunos médicos amasaran fortunas, tentados por el lucro, negando servicios esenciales para el bienestar de la salud de sus pacientes. Algunos médicos aprendieron a retener para sí la mayor parte de su presupuesto asignado implementando medidas como limitar el acceso de los pacientes a sus servicios, reduciendo horarios de oficina, limitando la disponibilidad de citas y tomando largas vacaciones. Desafortunadamente, estas prácticas son las que incentiva económicamente el gobierno porque no se miden parámetros de calidad, ni la satisfacción del paciente con los servicios y,
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